Estos cantes emborrrachan más que el vino peleón de Jumilla
Festival Internacional del cante de las minas de la Unión
Son las once de la mañana del sábado y me encamino hacia el Centro Cívico “Asensio Sáez” de La Unión, para vez en vivo y en directo las caras y las reacciones que ponen los concursantes, después de leer en la escueta lista que hay colocada junto a la puerta de entrada.
Para llegar hasta la escueta nota, en la que se remolinan los concursantes, sus familiares y aficionados de peñas flamencas es necesario subir unos cinco o seis escalones, y mientras se realiza esa acción observó las duquelas por la que pasan hasta llegar al papel que indica los nombres de los finalistas. Esos pocos peldaños se le asemejan, en esos pesados instantes, a una laberíntica e interminable escalera de caracol, hasta llegar a comprobar si sus nombres están o no en la lista, mientras pasan por su cabeza un mundo de sensaciones encontradas. Esas escaleras o los conducen a la fama de las otras escaleras de la Catedral del Cante, o a las otras imaginarias, al pequeño infierno de subir, cobrar las dietas, y coger de nuevo carretera y manta.
A los que le han sonreído la diosa Fortuna, después de ver su nombre en la lista de los elegidos para la gran final, de pronto se le cae un peso encima y comienza otro, el de la gran final, pero no exteriorizan su alegría por respeto a los compañeros que acaban de ver como han sido eliminados. Y entre el entorno de los eliminados algún que otro se pescaba un pequeño rebote, aunque la tendencia en general era la de acertar la decisión al no tocarle al quiniela. Otro cantaor de Barcelona, de cuyo nombre no viene a cuento acordarme, decía: “Para mí ya fue una suerte poder participar en las preliminares y llegar a las semifinales. Me marcho contento y el próximo año volveré a probar suerte. Esto al contrario de quitarme, me da gasolina para seguir aprendiendo con más ahínco.”.
En el flamenco también hay sus piques y sus pequeñas envidias como en todas las artes y las profesiones, y, si embargo, por lo general suelen ser más solidarios entre sí, y sin lugar a dudas muchos más elegante.
Dejemos constancia, antes de proseguir, de la lista de concursante de la noche del viernes, ya a toro pasado, simplemente para que conste en las hemerotecas y los cantaores vean sus nombres reflejados en negritas. Los concursantes actuaron, pues, en siguiente orden: En primer lugar salió la bailaora Almudena Serrano que hizo taranto y alegrías. Y continuaron: Mara de los Ángeles Cruzado Garrido, que canto por minera y fandangos de Huelva.
Pedro Bermejo,"Pedro Peralta" de Cáceres, lo hizo por cartagenera y siguiriya.
Jesús Majuelos, de Córdoba, interpretó a la guitarra taranta y alegría.
Nazaret Cala Luque, del Puerto de Santa María, cantó por cartageneras, malagueña, y alegrías.
Domingo Herrerías, que cantó por minera y siguiriya.
Juan Antonio Silva Campallo, que interpretó a la guitarra taranto y rondeña.
Yolanda Osuna Linares, que bailó por alegrías y taranto
Rafael Carlos Espejo "Churumbaque hijo", que cantó por minera y cartagenera.
y Juan Antonio Camino Wesceslá, que cantó cartagenera y malagueña.
Terminaron así tres noches muy intensas, con gran afluencia del público, aficionados, y de los familiares que suelen acompañar a los concursantes para darles ánimos. La suerte ya estaba echada.
Y las quinielas entre los aficionados comenzaban a ser más precisas.
A la hora en la que yo estoy escribiendo, la doce de la mañana del sábado, mis improbables lectores que lean esta crónica, durante todo el día del domingo, ya sabrán por las radios y las televisiones quienes son los ganadores.
En la noche de ayer sábado tres cantaores optaban a la Lámpara Minera: Juan Pinilla, Juan Antonio Camino y Rafael Carlos “Churumbaque hijo”, y les puedo garantizar que sus puntuaciones eran igualadas, que apenas décimas le separaban a uno de los otros. No había ese insistente runrún entre los aficionados señalando a uno como ganador, incluso cabía la remota posibilidad de quedar desierta, una decisión demasiado drástica que nunca es muy agradable. Los tres gozaban de simpatías entre los aficionados, aunque Juan Pinilla llevaba las de ganar por la experiencia ya adquirida, por haber sido ya finalistas en los últimos años. Ya digo era tal la igualdad, que la clave iba a estar en los pequeños fallos que cometieran durante la actuación, un semitono mal dado, un mal remate del tercio, y todo al traste. El estado de ánimo y el estado de ánimos serían una cuestión decisiva.
Sin embargo, en baile parecía, a priori, todo más decidido, y salvo sorpresas, durante la actuación, el Bordón minero sería para Juan Antonio Silva Campallo y el trofeo El Desplante para la joven bailaora Patricia Pérez. Ya digo, salvo errores de bulto durante la actuación.
Muchos y buenos aficionados se pasearon la otra noche, como el gran fotografo Manuel Muñoz Zielinski, todo un experto en fiesta y temas tradicionales de nuestra tierra, acompañada de Rosa López.. Como Jesús Ureña, secretario de la Peña flamenca de Manlleu, y Francisco Cordón. Y Juan Valenciano, gran aficionado que le da muy bien a la guitarra. O el excelente catedrático de semiótica, Paco Torres Monreal, autor y experto en temas teatrales, acompañado de su hijo Francisco Torres, músico de jazz. Y a buen seguro, que ya descansaría la eficiente Inma Nicolás, del Taller de Empleo de La Unión, colaboradora del Festival. Y no quiero dejar a Antonio Vallejo “El ínclito” de Málaga, éste sí que es un personaje de fábula, con sus carpetas, sus letras, y sus cantes nuevos que ha creado. Ozú.
Todas estas cosas, y otras que no digo por pudor, las pensaba mientras cenaba muy bien La Focaccia II, en un idílico patio convertido en jardín, muy próximo al hotel SierraMar. Hotel, mi dulce hogar, como cantaba El Sabina. Como decía García Lorca: “El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca”. Y este Festival tiene mucho duende.
Festival Internacional del cante de las minas de la Unión
Son las once de la mañana del sábado y me encamino hacia el Centro Cívico “Asensio Sáez” de La Unión, para vez en vivo y en directo las caras y las reacciones que ponen los concursantes, después de leer en la escueta lista que hay colocada junto a la puerta de entrada.
Para llegar hasta la escueta nota, en la que se remolinan los concursantes, sus familiares y aficionados de peñas flamencas es necesario subir unos cinco o seis escalones, y mientras se realiza esa acción observó las duquelas por la que pasan hasta llegar al papel que indica los nombres de los finalistas. Esos pocos peldaños se le asemejan, en esos pesados instantes, a una laberíntica e interminable escalera de caracol, hasta llegar a comprobar si sus nombres están o no en la lista, mientras pasan por su cabeza un mundo de sensaciones encontradas. Esas escaleras o los conducen a la fama de las otras escaleras de la Catedral del Cante, o a las otras imaginarias, al pequeño infierno de subir, cobrar las dietas, y coger de nuevo carretera y manta.
A los que le han sonreído la diosa Fortuna, después de ver su nombre en la lista de los elegidos para la gran final, de pronto se le cae un peso encima y comienza otro, el de la gran final, pero no exteriorizan su alegría por respeto a los compañeros que acaban de ver como han sido eliminados. Y entre el entorno de los eliminados algún que otro se pescaba un pequeño rebote, aunque la tendencia en general era la de acertar la decisión al no tocarle al quiniela. Otro cantaor de Barcelona, de cuyo nombre no viene a cuento acordarme, decía: “Para mí ya fue una suerte poder participar en las preliminares y llegar a las semifinales. Me marcho contento y el próximo año volveré a probar suerte. Esto al contrario de quitarme, me da gasolina para seguir aprendiendo con más ahínco.”.
En el flamenco también hay sus piques y sus pequeñas envidias como en todas las artes y las profesiones, y, si embargo, por lo general suelen ser más solidarios entre sí, y sin lugar a dudas muchos más elegante.
Dejemos constancia, antes de proseguir, de la lista de concursante de la noche del viernes, ya a toro pasado, simplemente para que conste en las hemerotecas y los cantaores vean sus nombres reflejados en negritas. Los concursantes actuaron, pues, en siguiente orden: En primer lugar salió la bailaora Almudena Serrano que hizo taranto y alegrías. Y continuaron: Mara de los Ángeles Cruzado Garrido, que canto por minera y fandangos de Huelva.
Pedro Bermejo,"Pedro Peralta" de Cáceres, lo hizo por cartagenera y siguiriya.
Jesús Majuelos, de Córdoba, interpretó a la guitarra taranta y alegría.
Nazaret Cala Luque, del Puerto de Santa María, cantó por cartageneras, malagueña, y alegrías.
Domingo Herrerías, que cantó por minera y siguiriya.
Juan Antonio Silva Campallo, que interpretó a la guitarra taranto y rondeña.
Yolanda Osuna Linares, que bailó por alegrías y taranto
Rafael Carlos Espejo "Churumbaque hijo", que cantó por minera y cartagenera.
y Juan Antonio Camino Wesceslá, que cantó cartagenera y malagueña.
Terminaron así tres noches muy intensas, con gran afluencia del público, aficionados, y de los familiares que suelen acompañar a los concursantes para darles ánimos. La suerte ya estaba echada.
Y las quinielas entre los aficionados comenzaban a ser más precisas.
A la hora en la que yo estoy escribiendo, la doce de la mañana del sábado, mis improbables lectores que lean esta crónica, durante todo el día del domingo, ya sabrán por las radios y las televisiones quienes son los ganadores.
En la noche de ayer sábado tres cantaores optaban a la Lámpara Minera: Juan Pinilla, Juan Antonio Camino y Rafael Carlos “Churumbaque hijo”, y les puedo garantizar que sus puntuaciones eran igualadas, que apenas décimas le separaban a uno de los otros. No había ese insistente runrún entre los aficionados señalando a uno como ganador, incluso cabía la remota posibilidad de quedar desierta, una decisión demasiado drástica que nunca es muy agradable. Los tres gozaban de simpatías entre los aficionados, aunque Juan Pinilla llevaba las de ganar por la experiencia ya adquirida, por haber sido ya finalistas en los últimos años. Ya digo era tal la igualdad, que la clave iba a estar en los pequeños fallos que cometieran durante la actuación, un semitono mal dado, un mal remate del tercio, y todo al traste. El estado de ánimo y el estado de ánimos serían una cuestión decisiva.
Sin embargo, en baile parecía, a priori, todo más decidido, y salvo sorpresas, durante la actuación, el Bordón minero sería para Juan Antonio Silva Campallo y el trofeo El Desplante para la joven bailaora Patricia Pérez. Ya digo, salvo errores de bulto durante la actuación.
Muchos y buenos aficionados se pasearon la otra noche, como el gran fotografo Manuel Muñoz Zielinski, todo un experto en fiesta y temas tradicionales de nuestra tierra, acompañada de Rosa López.. Como Jesús Ureña, secretario de la Peña flamenca de Manlleu, y Francisco Cordón. Y Juan Valenciano, gran aficionado que le da muy bien a la guitarra. O el excelente catedrático de semiótica, Paco Torres Monreal, autor y experto en temas teatrales, acompañado de su hijo Francisco Torres, músico de jazz. Y a buen seguro, que ya descansaría la eficiente Inma Nicolás, del Taller de Empleo de La Unión, colaboradora del Festival. Y no quiero dejar a Antonio Vallejo “El ínclito” de Málaga, éste sí que es un personaje de fábula, con sus carpetas, sus letras, y sus cantes nuevos que ha creado. Ozú.
Todas estas cosas, y otras que no digo por pudor, las pensaba mientras cenaba muy bien La Focaccia II, en un idílico patio convertido en jardín, muy próximo al hotel SierraMar. Hotel, mi dulce hogar, como cantaba El Sabina. Como decía García Lorca: “El duende no se repite, como no se repiten las formas del mar en la borrasca”. Y este Festival tiene mucho duende.