lunes, 11 de noviembre de 2019

El mundo íntimo de un joven Ginés Liébana renace en la obra «La Merde»



El escritor Raúl Alonso recupera entre su editorial y la Diputación de Córdoba el curioso cuaderno de viaje que el artista escribió entre 1949 y 1950 con 28 años

Félix Ruiz Cardador CÓRDOBA 


Ginés Liébana y su personal arte, en la Casa de la Moneda de Madrid

«Aquí estoy, padeciendo una gripe Sánchez, que en estos tiempos no puede uno sino reírse, hasta de la salud», responde con humor el pintor y escritor Ginés Liébana al teléfono cuando se le llama en una mañana fría y otoñal. Muy cerca ya de los cien años -Ginés nació en 1921-, pero con una vitalidad intacta. «Tienes que venir a Madrid -donde vive- a ver lo que estoy pintando, porque no paro», explica poco antes de acordarse de que se le ha olvidado tomarse la pastilla para el resfriado. «Tengo la cabeza fatal», se justifica para soltar luego una de sus características carcajadas, con algo de hobbit feliz que se quedó haciendo bromas en el jardín de la perenne juventud.

No muy distinto se adivina sin embargo a este Ginés de hoy con aquel artista veinteañero que se echó a rodar por el mundo. El mismo que ahora renace para los lectores curiosos con la publicación de «La Merde», el Cuaderno de Viajes que escribió entre 1949 y 1950 y del que ABC avanza hoy sus claves y contenidos.

Llega este libro singularísimo, uno de los acontecimientos del otoño literario, gracias a una coedición de la Editorial Cántico y de la Diputación de Córdoba. Un volumen de más de 400 páginas y en el que se recogen en facsímil y transcritos los apuntes que el artista tomó del 7 de octubre de 1949 al 22 de diciembre de 1950, durante sus estancias en Córdoba, Madrid, Sevilla, Roma, París, Ostia, Montelimar o Nápoles. La complicada edición de «La Merde» ha estado al cuidado de otro poeta, Raúl Alonso (Córdoba, 1975), que reconoce que esta obra le ha supuesto largas horas de minucioso trabajo, pues abundan en el cuaderno los tachones y añadidos propios de un cuaderno de notas que no nació con la idea de que fuese publicado. Lo asume el propio Ginés, que ve en la edición de estos viejos apuntes «un divertido disparate».

Más que un libro

«La Merde» no es un libro para leerlo en clave de poemario ni de diario, pues en él se funde todo ello y más: poemas, letras flamencas, aforismos, anotaciones de lecturas, reflexiones artísticas y cotidianas, ideas para futuros proyectos y dibujos. Resume sin embargo una forma de trabajar muy característica de Liébana, que, desde muy joven y con vigor de amanuense, ha ordenado su labor en torno a estos dietarios libérrimos que siempre le acompañan y que abre en cualquier circunstancia, en una cafetería o mientras espera un tren.

El editor, Raúl Alonso, considera que «cada línea, cada página, expresa un mundo profundo de creatividad, el mundo íntimo de Cántico». Añade que en esa manera de actuar «hay una forma de vida, un cauce hermoso para dar salida a la sensibilidad». Y reconoce que para él esa forma de vida es una referencia que ya le cautivó cuando, muy joven, pudo conocer la obra y el legado de Cántico en el Colegio Salesiano a través de su profesor Juan Ruano.

El editor explica que el origen de editar estos apuntes de hace 70 años estuvo en una idea de Antonio Lara Quero, comisario cultural de Villa del Río y persona muy cercana a Liébana. «Él tiene muchas obras y textos suyos escaneados y me explicó que este cuaderno podía editarse, lo que me pareció una buena idea», explica Alonso. El problema radicaba en que es un libro costoso de producir, ya que incorpora numerosas reproducciones en color del cuaderno original. Dio pie eso a que se buscase un acuerdo con la Diputación, aunque la transcripción de los textos y su corrección ha corrido a cargo del propio Alonso, que ha dedicado largas horas de este pasado verano a esta tarea, con continuas llamadas a Ginés y también con algunas estancias compartidas por ambos para resolver dudas y aclarar algunos pasajes. «Mi objetivo ha sido adaptarlo para que pueda ser leído con comodidad», explica el editor.

En cuanto al título, «La Merde», alude a otra broma metaliteraria de Liébana en torno al existencialismo tan en boga entonces, ya que sobre las cubiertas del diario dibujó una portada de libro en la que aparecía ese rótulo y los nombres de Jean Paul Sartre y de la mítica editorial francesa Gallimard. «La gente me preguntaba a menudo sobre el libro que llevaba en las manos y yo les respondía que era de Sartre, un libro prohibidísimo, y que no les podía contar nada por su propia seguridad», explica el pintor y escritor divertido. Según cuenta Liébana, eso lo decidió en Lisboa, una de sus ciudades favoritas, a su regreso de un viaje a Brasil, otro país fundamental en su biografía artística y también amorosa.

Curiosidades y contenidos

La intrahistoria de este cuaderno de bitácora tiene curiosidades, como que al original le faltan algunas hojas arrancadas. Según el recuerdo de Ginés Liébana, había en ellas dibujos y un poema de Rafael Alberti, que el escritor gaditano plasmó en uno de los encuentros con el artista cordobés. Como el cuaderno ha pasado por muchas manos a lo largo del tiempo, Liébana sospecha que alguien las sustrajo por su valor al ser originales de uno de los grandes nombres de la Generación del 27.

Otra singularidad se centra en un añadido que Ginés escribió en el cuaderno diez años después de finalizarlo y bajo el influjo de una frustración amorosa. El dietario arranca por último con una cita muy evocadora y dura sobre la condición humana del gran novelista británico Rudyard Kipling, en la que dice que «todos somos islas, gritándonos unos a otros mentiras a través de mares de incomprensión».

El contenido de «La Merde» permite conocer por último cómo era y qué preocupaba a aquel Ginés Liébana que con 28 años se echaba a correr el mundo después de padecer los desastres de la guerra civil del 36 en su propia familia y tras abrirse camino como ilustrador en publicaciones madrileñas como «Fantasía», «La Estafeta Literaria» o el semanario «El Español». Hay ahí reflexiones sobre la amistad y el amor -«El amor nace de la espontaneidad; la amistad, por el contrario, se edifica»-, sobre la filosofía -que «debe de haber comenzado con el sentimiento del tedio»- y por supuesto sobre el arte y la creación: «Nada debilita tanto al artista como el éxito permanente a voluntad y deseo y es en el fracaso donde conoce su verdadera relación con la obra». También reflexiones sobre la vida -«Cuando la felicidad se acerca a mí sólo le doy un pequeño lugar porque mi dolor la sigue»- y con no pocos ecos de esa cordobesía que siempre ha llevado Liébana en sus viajes por el mundo y que aquí queda con evocaciones a Medina Azahara o a la Semana Santa. Por último, se acumulan las referencias en torno a emblemas de la cultura universal como Nietzsche, Shakespeare, Leonardo o Jorge Luis Borges.

«La Merde» confirma con todo ello el rico mundo interior y la gran curiosidad intelectual de un pintor que no sólo ha sido eso, sino también un escritor muy personal y libre, que se ha movido entre los géneros aunque con especial atracción siempre por la poesía y por el teatro, que en su obra se conjugan. Un hombre que al borde de su propio centenario reconoce a través del teléfono con esa risa que le acompaña siempre que él ha sido «un artista de mucho éxito pero hasta ahora no me había dado cuenta».

Genio y figura hoy como pocos en una cultura española de la que es decano, estos viejos apuntes confirman al cabo que esa singularidad de Liébana no ha sido la de un personaje creado o exótico como tantos otros sino la de un fortísimo espíritu creador y único, irrepetible. Un artista auténtico cada minuto de vida, pues así cayó al mundo y así queda demostrado en esos papeles volanderos de juventud en los que ya está su forma tan personal de ver la vida, sus obsesiones, su capacidad para crear y su incansable amor por la belleza.