miércoles, 31 de diciembre de 2014

NO PASA EL TIEMPO

Isabel Agüera Espejo-Saavedra

DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
30/12/2014
Hace ya muchos años creí caer en la cuenta de que el tiempo tenía pies y corría porque el sol se iba y se venía, porque se pasaban las hojas del almanaque, porque se celebraban cumpleaños, porque había noche vieja y noche nueva.
Y recuerdo que aquel descubrimiento no me entristeció. Me produjo, eso sí, una especie de desconcierto, y me suscitó una interrogante: ¿pasaba el tiempo o pasaba yo? Y me contesté: no pasan las calles: soy yo la que paso por ellas. Hoy, años ya, de aquellas sencillas pero sabias consideraciones, creo haber aprendido a pasar por él dejando huellas que no mancillen el paisaje. "Calles" limpias para mejores pasos. Hoy, como dice el poeta, comprendo sus intentos, su disposición natural, sus secretos y sus misterios. Pasé por el tiempo y aprendí. Hoy puedo dar la cara al sol y oír el canto del mar; nada, salvo el ciclón, podrá sacudirme. Ayer era un pensamiento silencioso, turbulento. escondido en los rincones de grandes incógnitas. Hoy puedo ser voz potente que puede hacer retumbar el universo. 



Todo esto para decirme y deciros, amigos, que nada temamos de esa "calle", de ese tiempo si a nuestro paso por él hemos escrito nuestros nombres, con la bondad pura que siempre habita en nuestros corazones. Y esto no son meras palabras bonitas, nacidas al rescoldo nostálgico de un año que termina.
No, ¡ni mucho menos! Son la realidad experimentada a lo largo ya de bastantes años. El tiempo son los acontecimientos que nos marcan, que nos duelen, que nos van comiendo la vida como las olas muerden y se tragan las rocas, pero el tiempo también es la alegría de vivir en paz, en salud, en amor.
Pasemos, pues, por el tiempo, como bolas de nieve que se crecen al rodar, y no como ruedas de carro que se van desgastando y ni para leña sirven.

¡Feliz dos mil quince, amigos todos y especialmente los que cada día nos encontramos en esta Red! No temamos al fantasma del tiempo porque sus armas tan solo son blancas sábanas que quieren asustarnos. Mejor seguir caminando muy a su pesar.

Esta, casa de mi infancia, adolescencia y juventud sigue ahí con su balcón-cierre donde tanto jugué en días de vacaciones, y siguen balcones que fueron festivos en días de `procesiones y eventos callejeros, balcones que guardan noches de Reyes y noches de muchos sueños y ahí sigue lo que llamábamos palomar, refugio de mis miedos, de mis primeros pasos en la escritura, escenario de mis primeras inquietudes, interrogantes, silencios… Sí, mi casa, la de mis padres y siete hermanos, ahí sigue como si nada hubiese pasado por ella. Pero yo sí he crecido, cambiado… Algo no obstante, me quiero parecer a ella: ¡Pues eso, mantenerme en pie y seguir caminando!