Esta noticia pertenece a la edición en papel de Diario Córdoba.
El lunes hizo veinte años que nos dejó el pintor Pedro Bueno, y parece que fue ayer. Recuerdo el entierro en su querida Villa del Río, arropado por gente de la cultura que se unía al dolor de familiares y paisanos para despedirle, primero en la misa de corpore insepulto oficiada en la parroquia de la Inmaculada y luego en el cementerio de blanca austeridad, situado a la vera de la carretera, con los guardias velando por la seguridad de la comitiva fúnebre, bajo un cielo que parecía llorarle revestido de veladuras grises, tan gratas a su paleta. Y allí reposa desde entonces, en una sencilla sepultura, quien con diecisiete años se escapó de casa para hacerse pintor en Madrid donde formaría parte de la Escuela homónima, movimiento alentado en 1945 por galeristas y críticos para introducir las últimas corrientes en una pintura española empobrecida por la muerte o el forzoso exilio de muchos artistas. A base de sacrificio y trabajo, mucho trabajo, el sueño de aquel joven becado por la Diputación cristalizó en éxito.
Pero este modesto artículo no pretende trazar su biografía. Para conocer en profundidad la vida y la obra de Pedro Bueno hay que acudir a las solventes monografías que le ha dedicado su paisano el historiador del arte Miguel Carlos Clementson. Espigando en su biografía encuentro momentos evocadores de su ferviente relación con Córdoba, ciudad que le recordaba a la mismísima Florencia. Como su participación en la Exposición de Arte Contemporáneo organizada por el Círculo de la Amistad en 1953, para conmemorar su centenario, con un Retrato de señora (la esposa del pintor Alvaro Delgado) que un año después obtendría la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, su consagración. Un episodio emocionante aconteció el 18 de marzo de 1979, cuando el alcalde Antonio Alarcón le ciñó al cuello en el Alcázar la Medalla de Honor de Córdoba otorgada por el Ayuntamiento, distinción a la que dos meses más tarde correspondería colgando una hermosa exposición de retratos en la activa galería de su amigo Pepe Jiménez. Tras su altivo aspecto de "andaluz inglesado", como lo llamó un crítico, se ocultaba un hombre tímido al que no era fácil entrevistar para un periódico, pero lo conseguí con mi insistencia. De la hoja ya amarillenta de aquel diario entresaco una frase que define al hombre y al pintor: "Hasta un mendigo tiene su poesía; no creo en el feísmo". Entre los episodios memorables de su relación con Córdoba se inscribe también la exposición antológica que le dedicó el Conservatorio en 1980, el mismo lugar donde dos años más tarde el ministro del ramo le impuso la medalla de oro al Mérito en el Trabajo "en reconocimiento a su incansable labor artística y la ejemplaridad de su obra pictórica, plena de calidad y de nobleza". No se puede decir más con menos palabras.
Recordaré finalmente el episodio que, aunque póstumo, más le unió a Córdoba. El 16 de abril de 1993, dos meses después de su muerte, la Caja Provincial de Ahorros le dedicó un homenaje en el Palacio de Viana, cuyo motivo central fue la inauguración de dos salas dedicadas al artista. La velada fue arropada por una triple ofrenda, de palabras, con participación de Carlos Clementson, Luis García Ochoa, Mario Antolín y Matías Prats; de pintura, con una exposición colectiva de la Escuela de Madrid, y de música, con un recital lírico de Carmen Blanco con Rafael Quero al piano. Una de las últimas ilusiones de su vida había sido asistir a la inauguración de aquella exposición permanente, pero la muerte, ay, se adelantó dos meses. Las obras de Pedro Bueno allí colgadas procedían de un legado a favor de la Caja formalizado en Madrid el 26 de octubre de 1982 ante el notario José Valverde, que comprendía 104 cuadros de su autoría, incrementados en años sucesivos, y dos casas: una en Villa del Río, la Huerta del Solo, donde se proyectaba un museo del pintor, y otra en Córdoba, en la calleja del Cardenal Salazar, ambas con sus fondos artísticos, mobiliario y enseres. Así que desde aquella primavera del 93 Pedro Bueno residía en Viana. Hasta que años más tarde, la Cajasur resultante de la fusión, las desmontó sin explicación alguna. ¿Dónde está ahora el legado pictórico de Pedro Bueno? La respuesta la tiene el BBK, propietario actual de Cajasur, que encontró consumado aquel injusto desmantelamiento. El mejor homenaje al pintor en el vigésimo aniversario de su muerte sería volver a mostrar su obra para que siga vivo.
* Periodista