Aprendió música para apaciguar su espíritu inquieto. Hoy es una de nuestras pianistas más internacionales
Aristóteles Moreno
Antes hubo que sortear dos obstáculos. El primero es que la joven María Dolores no tenía piano. Así que una vecina de Villa del Río, propietaria de cuatro, le dejaba pasar cada tarde para que practicara en uno de ellos. Lloviera o diluviara, allí estaba la niña en la puerta esperando puntualmente a que llegara la dueña del instrumento. Y, segundo, la madre de Gaitán no tenía carné de conducir para llevar a su hija al Conservatorio de Montoro, once kilómetros en dirección a Córdoba. Tuvo, por lo tanto, que pedir a otra vecina del pueblo el favor de acercarla en coche varias veces en semana.
No hay barreras cuando hay voluntad. Y María Dolores Gaitán culminó sus estudios en Montoro, primero, y Córdoba, después, donde se formó bajo el magisterio de Larissa Tedtoeva, pianista rusa afincada en la ciudad de la Mezquita y clave en su progresión musical. «Me abrió la mente», reconoce Gaitán. Dos años después, se trasladó a Suiza para efectuar un máster, que completó posteriormente en Milán, donde vive desde hace casi doce años.
Su carrera no ha hecho más que crecer. Ha sido nominada para los Premios Princesa de Girona y galardonada en numerosos concursos internacionales de interpretación pianística, como el Cittá di Padova, el Antonio Beltrami, el Cittá di Lissone o el Montichiari, entre otros. Es reconocida como artista y promotora cultural «Marca España» y desde hace diez años dirige el Festival Internacional de Piano Guadalquivir. Acaba de grabar su primer trabajo discográfico: «Imágenes de España a través de la danza».
-Usted quería tocar el violín, pero no había en el Conservatorio de Montoro. ¿Es pianista a la fuerza?
-No. Soy pianista porque tenía que ser pianista. Cada una está puesta en su sitio.
-¿Sueña con el violín?
-Toco mucho con violinistas y con instrumentos de cuerda, en general. Y me encanta.
-¿El talento habita en los genes?
-Una parte sí. Evidentemente.
-¿Y la otra parte?
-En el esfuerzo, la dedicación y la pasión, que no puede faltar.
-¿A qué tiene que renunciar una niña para alcanzar la excelencia?
-A mucho tiempo con sus seres queridos, la distancia y malentendidos con mucha gente. Yo soy muy cabezona, pero con sentido. Soy visionaria con los pies en la tierra. Cuando veo algo, lo veo y tengo que conseguirlo. Eso implica menos tiempo con los amigos, mucho trabajo y poco descanso.
-¿Y qué ve usted claro?
-Veo la realidad actual de la música clásica. La transformación que está habiendo y las nuevas músicas emergentes. Tengo ideas sobre cómo ayudar para que la música clásica no esté tan alejada del ciudadano. Luego, eso sí, tienes que convencer al teatro para que acepte tus ideas. Como este año, que vamos a subir un piano encima de un autobús.
-¿Encima de un autobús?
-Sí. Un piano de cola. Se puede anclar bien en el techo. Ya lo tengo estudiado. Es un concurso para jóvenes pianistas y lo sacaremos a la calle. Yo voy a contracorriente. Como el Guadalquivir [esboza una sonrisa]. El piano recorrerá la ciudad.
-¿La perfección produce monstruos?
-El problema es la obsesión.
-¿Y para usted se ha convertido en una obsesión?
-No. En una forma de vida. Es fundamental aspirar a más. Pero sin llegar a la obsesión. Si el pianista no es humilde ante el instrumento, se acaba pagando.
-¿Cuántas horas hay detrás de su destreza?
-Depende de los periodos. Pero le he echado muchas. Mínimo de 6 a 8 horas diarias. La música es un músculo que hay que ejercitar. Como un deportista.
-¿Técnica o emoción?
-Ambas. Tienes que tener dominio técnico siempre, pero debes construirlo con la emoción. En un concierto, lo que tiene que prevalecer es el sentimiento. Esa magia, esa espontaneidad que te da el escenario. Tiene que haber un equilibrio. Yo soy más pasional que técnica.
-¿Le da vértigo el escenario?
-Depende de la preparación de cada concierto. Lo que sí da es respeto. Eso es lo bonito. Una vez que te subes, cada concierto es una experiencia nueva. Y el «feeling» que te da la gente. Eso es indescriptible.
-¿A dónde le transporta el piano?
-A infinitos mundos. Recuerdo que una vez estaba grabando a Schumann con un cuarteto y me encontraba siempre muy nerviosa. ¿Qué me pasaba? Claro: que estaba estudiando un movimiento de Schumann, que es torbellino.
-¿Qué le debe al piano?
-Todo. Mi vida.
-Vive desde hace más de once años en Milán. ¿España se le ha quedado pequeña?
-No. De hecho estoy intentando ver si tengo huecos para venir más a tocar. Con el Festival Internacional de Piano Guadalquivir estoy haciendo saltos mortales para lograr la conexión entre los dos países. No sé dónde voy a terminar. Una parte la tengo en Milán y no la quiero perder. Me ha dado mucho. Y es un punto estratégico de Europa.
-Usted que es futbolista, tendrá el corazón partido entre el Milán y el Inter.
-Y el Barça [risas].
-Leo en prensa sobre usted: «Una de las mejores artistas de Europa». ¿Algo que añadir?
-Que vengan a verme.
-También he leído: «Pianista del patrimonio cultural». ¿Las piedras le inspiran?
-Sí. No sé si estoy marcando tendencia, pero siempre me ha llamado mucho la atención la historia. Para mis vacaciones, escojo destinos donde pueda ir a tocar porque me inspiran. Algún monumento, algún patrimonio. ¿Quién no ha paseado por la Mezquita mil veces y se ha sentido identificado?
-¿Qué ciudades le han inspirado?
-Huelva, Cádiz, Sanlúcar, Jaén, Madrid o Florida, Alemania, Italia, Grecia. En cada una de ellas he ido proyectando algo.
-¿En Cádiz se contamina de la música mediterránea?
-Chano Domínguez me encanta. O Bebo Valdés y Michel Camilo, la música latinoamericana. Me encanta el mestizaje. Me apasiona. He tocado con un músico árabe y he mezclado instrumentos antiguos con modernos o con danza. Pero hay que tener cuidado.
La música es un músculo que hay que ejercitar. Como un deportista
-¿Por?
-Hay una línea muy frágil entre el corta y pega y nutrirte con otra cultura.
-Solo de música clásica no vive Dolores Gaitán.
-Vivo de música clásica contaminada de otras músicas.
-¿Se ha atrevido con el rock?
-Sí (risas). Fue por un amigo en un evento benéfico en Madrid. Fue muy divertido. Tengo una parte de rockera pero soy clásica.
-¿Hablamos de Salvini?
-Mi compañera de piso, que es violonchelista, me dice siempre: «¿Cuándo hago el pasaporte para irme a España contigo?». Es un personaje que no entra dentro de mi óptica. No comparto su visión. Italia cada vez va a peor.
-Italia irá a peor pero la popularidad de Salvini va a mejor.
-Ese es un problema que me preocupa. La mediocridad está cogiendo mucho auge. Salvini se pone a la altura del ciudadano. Y así no aportas nada para crecer. El ciudadano necesita una inspiración.
Aristóteles Moreno
CÓRDOBAActualizado:15/09/2019
No sabemos si la música amansa a las fieras, tal como dicta la sabiduría popular. Lo que sí estamos en condiciones de confirmar es que actúa de bálsamo para niños inquietos como rabos de lagartija. Hablamos, por ejemplo, de María Dolores Gaitán. Un torbellino inmanejable en el aula hasta que el profesor advirtió que la música la transformaba. El maestro habló con su madre y le hizo una propuesta innegociable: «Apúntela en el conservatorio». La decisión tuvo un efecto reparador. Tanto que hoy, muchos años después, Gaitán vive en Milán y es una de nuestras pianistas más prestigiosas en Europa.
-La música la amansó.
-Me dictó el camino.
No sabemos si la música amansa a las fieras, tal como dicta la sabiduría popular. Lo que sí estamos en condiciones de confirmar es que actúa de bálsamo para niños inquietos como rabos de lagartija. Hablamos, por ejemplo, de María Dolores Gaitán. Un torbellino inmanejable en el aula hasta que el profesor advirtió que la música la transformaba. El maestro habló con su madre y le hizo una propuesta innegociable: «Apúntela en el conservatorio». La decisión tuvo un efecto reparador. Tanto que hoy, muchos años después, Gaitán vive en Milán y es una de nuestras pianistas más prestigiosas en Europa.
-La música la amansó.
-Me dictó el camino.
Antes hubo que sortear dos obstáculos. El primero es que la joven María Dolores no tenía piano. Así que una vecina de Villa del Río, propietaria de cuatro, le dejaba pasar cada tarde para que practicara en uno de ellos. Lloviera o diluviara, allí estaba la niña en la puerta esperando puntualmente a que llegara la dueña del instrumento. Y, segundo, la madre de Gaitán no tenía carné de conducir para llevar a su hija al Conservatorio de Montoro, once kilómetros en dirección a Córdoba. Tuvo, por lo tanto, que pedir a otra vecina del pueblo el favor de acercarla en coche varias veces en semana.
No hay barreras cuando hay voluntad. Y María Dolores Gaitán culminó sus estudios en Montoro, primero, y Córdoba, después, donde se formó bajo el magisterio de Larissa Tedtoeva, pianista rusa afincada en la ciudad de la Mezquita y clave en su progresión musical. «Me abrió la mente», reconoce Gaitán. Dos años después, se trasladó a Suiza para efectuar un máster, que completó posteriormente en Milán, donde vive desde hace casi doce años.
Su carrera no ha hecho más que crecer. Ha sido nominada para los Premios Princesa de Girona y galardonada en numerosos concursos internacionales de interpretación pianística, como el Cittá di Padova, el Antonio Beltrami, el Cittá di Lissone o el Montichiari, entre otros. Es reconocida como artista y promotora cultural «Marca España» y desde hace diez años dirige el Festival Internacional de Piano Guadalquivir. Acaba de grabar su primer trabajo discográfico: «Imágenes de España a través de la danza».
-Usted quería tocar el violín, pero no había en el Conservatorio de Montoro. ¿Es pianista a la fuerza?
-No. Soy pianista porque tenía que ser pianista. Cada una está puesta en su sitio.
-¿Sueña con el violín?
-Toco mucho con violinistas y con instrumentos de cuerda, en general. Y me encanta.
-¿El talento habita en los genes?
-Una parte sí. Evidentemente.
-¿Y la otra parte?
-En el esfuerzo, la dedicación y la pasión, que no puede faltar.
-¿A qué tiene que renunciar una niña para alcanzar la excelencia?
-A mucho tiempo con sus seres queridos, la distancia y malentendidos con mucha gente. Yo soy muy cabezona, pero con sentido. Soy visionaria con los pies en la tierra. Cuando veo algo, lo veo y tengo que conseguirlo. Eso implica menos tiempo con los amigos, mucho trabajo y poco descanso.
-¿Y qué ve usted claro?
-Veo la realidad actual de la música clásica. La transformación que está habiendo y las nuevas músicas emergentes. Tengo ideas sobre cómo ayudar para que la música clásica no esté tan alejada del ciudadano. Luego, eso sí, tienes que convencer al teatro para que acepte tus ideas. Como este año, que vamos a subir un piano encima de un autobús.
-¿Encima de un autobús?
-Sí. Un piano de cola. Se puede anclar bien en el techo. Ya lo tengo estudiado. Es un concurso para jóvenes pianistas y lo sacaremos a la calle. Yo voy a contracorriente. Como el Guadalquivir [esboza una sonrisa]. El piano recorrerá la ciudad.
-¿La perfección produce monstruos?
-El problema es la obsesión.
-¿Y para usted se ha convertido en una obsesión?
-No. En una forma de vida. Es fundamental aspirar a más. Pero sin llegar a la obsesión. Si el pianista no es humilde ante el instrumento, se acaba pagando.
-¿Cuántas horas hay detrás de su destreza?
-Depende de los periodos. Pero le he echado muchas. Mínimo de 6 a 8 horas diarias. La música es un músculo que hay que ejercitar. Como un deportista.
-¿Técnica o emoción?
-Ambas. Tienes que tener dominio técnico siempre, pero debes construirlo con la emoción. En un concierto, lo que tiene que prevalecer es el sentimiento. Esa magia, esa espontaneidad que te da el escenario. Tiene que haber un equilibrio. Yo soy más pasional que técnica.
-¿Le da vértigo el escenario?
-Depende de la preparación de cada concierto. Lo que sí da es respeto. Eso es lo bonito. Una vez que te subes, cada concierto es una experiencia nueva. Y el «feeling» que te da la gente. Eso es indescriptible.
-¿A dónde le transporta el piano?
-A infinitos mundos. Recuerdo que una vez estaba grabando a Schumann con un cuarteto y me encontraba siempre muy nerviosa. ¿Qué me pasaba? Claro: que estaba estudiando un movimiento de Schumann, que es torbellino.
-¿Qué le debe al piano?
-Todo. Mi vida.
-Vive desde hace más de once años en Milán. ¿España se le ha quedado pequeña?
-No. De hecho estoy intentando ver si tengo huecos para venir más a tocar. Con el Festival Internacional de Piano Guadalquivir estoy haciendo saltos mortales para lograr la conexión entre los dos países. No sé dónde voy a terminar. Una parte la tengo en Milán y no la quiero perder. Me ha dado mucho. Y es un punto estratégico de Europa.
-Usted que es futbolista, tendrá el corazón partido entre el Milán y el Inter.
-Y el Barça [risas].
-Leo en prensa sobre usted: «Una de las mejores artistas de Europa». ¿Algo que añadir?
-Que vengan a verme.
-También he leído: «Pianista del patrimonio cultural». ¿Las piedras le inspiran?
-Sí. No sé si estoy marcando tendencia, pero siempre me ha llamado mucho la atención la historia. Para mis vacaciones, escojo destinos donde pueda ir a tocar porque me inspiran. Algún monumento, algún patrimonio. ¿Quién no ha paseado por la Mezquita mil veces y se ha sentido identificado?
-¿Qué ciudades le han inspirado?
-Huelva, Cádiz, Sanlúcar, Jaén, Madrid o Florida, Alemania, Italia, Grecia. En cada una de ellas he ido proyectando algo.
-¿En Cádiz se contamina de la música mediterránea?
-Chano Domínguez me encanta. O Bebo Valdés y Michel Camilo, la música latinoamericana. Me encanta el mestizaje. Me apasiona. He tocado con un músico árabe y he mezclado instrumentos antiguos con modernos o con danza. Pero hay que tener cuidado.
La música es un músculo que hay que ejercitar. Como un deportista
-¿Por?
-Hay una línea muy frágil entre el corta y pega y nutrirte con otra cultura.
-Solo de música clásica no vive Dolores Gaitán.
-Vivo de música clásica contaminada de otras músicas.
-¿Se ha atrevido con el rock?
-Sí (risas). Fue por un amigo en un evento benéfico en Madrid. Fue muy divertido. Tengo una parte de rockera pero soy clásica.
-¿Hablamos de Salvini?
-Mi compañera de piso, que es violonchelista, me dice siempre: «¿Cuándo hago el pasaporte para irme a España contigo?». Es un personaje que no entra dentro de mi óptica. No comparto su visión. Italia cada vez va a peor.
-Italia irá a peor pero la popularidad de Salvini va a mejor.
-Ese es un problema que me preocupa. La mediocridad está cogiendo mucho auge. Salvini se pone a la altura del ciudadano. Y así no aportas nada para crecer. El ciudadano necesita una inspiración.