Bujalance, blasonada y barroca
ALEJANDRO IBAÑEZ CASTRO | ACTUALIZADO 23.11.2010 - 01:00
BUJALANCE, como dice uno de sus lemas turísticos, es una ciudad blasonada y barroca, es mucho más que un pueblo grande y noble del corazón de nuestra Campiña dedicado exclusivamente al monocultivo del olivo, aunque podemos decir, con conocimiento de causa, que produce unos de los mejores aceites de España, por lo que gracias a ello -y hasta hace poco que se inventó toda la parafernalia de la coméstica y demás familia- los niños olían a pestiño, por la sencilla razón de que a los recién nacidos se les protegía el cuerpo con los mejores aceites de primera prensa. Y dado de que no solo el buen aceite puede ser motor de desarrollo, las Áreas de Empleo y Desarrollo Económico y de Cultura y Turismo organizaron hace unos días un Encuentro Mulsectorial de Empresas con el tema central de turismo y cultura como nuevo motor del desarrollo rural sostenible.
El objetivo de la jornada no era otro que poner de manifiesto, con hechos, que el llamado turismo cultural se hace necesario para una población cada vez más ávida de recursos naturales y culturales, y cansada de la manida oferta estacional del turismo de sol y playa e incapaz de llenar su tiempo de ocio. Para ello nos reunimos unos cuantos implicados en estos asuntos con objeto de aportar experiencias capaces de llenar las aspiraciones de un turismo potencial que, como vimos, ya está más que quemado por el sol y la arena, y que se le vuele a uno el periódico con la brisilla, cuando hay.
La mañana fue densa y provechosa. Comenzamos informando, pese a la pertinaz sequía presupuestaria, acerca de las ayudas financieras públicas a las pymes turísticas que, como no podía ser de otra manera, se les exige, entre otros aspectos, que sean emprendedoras e innovadoras. Tras un reparador desayuno molinero acompañando el bacalao y el jamón con los aceites de primera molienda de Bujalance, se informó sobre el Programa de la Red Patrimonia, que impulsa el patrimonio histórico - incluido el gastronómico - y natural en 23 municipios de seis provincias de Andalucía entre los que, como no podía ser de otra manera, se incluye Bujalance. El Guadalquivir, ese río de Historia, también estuvo presente presentando la novedad de la puesta en marcha de la Ruta Taurina del Valle del Guadalquivir basada en dos de nuestros Califas del Toreo, El Cordobés (natural de Palma del Río) y Manolete (al que han dedicado un museo en Villa del Río). Como la provincia se encuentra más que comprometida con la metrópolis también se llegaron a comentar las oportunidades, en el camino, el deseado final en 2016 y los múltiples y beneficiosos efectos colatelares del proyecto de la Capitalidad Cultural. Otro apartado diríamos que estuvo dedicado a los otros placeres, como los que se guardan en los Baños de la vieja Madinat Baghu (Priego de Córdoba), donde es posible trasladarse el en tiempo y vivir las incomodidades de nuestros ancestros medievales que no tenían bañera en su casa; el turismo de aventura y la suelta a tropel de las adrenalinas o el nuevo goce sensorial que supone alternar, o mejor trufar, el gran abanico de posibilidades que representa el medio natural, su interpretación e implicación con el patrimonio histórico o la posibilidad de un nuevo recurso de Turismo Andaluz SA, basado en la Red, que abre la posibilidad de que el propio usuario se diseñe, a la carta, su ruta ideal de viaje.
Desde la óptica de la vida en general que nos da la formación arqueológica en la que pocas veces tratamos con fuentes escritas y, por tanto manipuladas - dicen que la historia la escriben los vencedores -, Nacho Muñiz es impulsor de un novedoso concepto de interpretación del Patrimonio que pone en valor y al servicio de todos los tipos de turistas todo un territorio: el Ecomuseo del Río Caicena, con sede en Almedinilla, que ya apostó por el Turismo Cultural hace tiempo y que inició su andadura hace 2.500 años en el viejo y sufrido Cerro de la Cruz. Por nuestra parte dimos un paseo por las posibilidades turísticas de la gastronomía histórica como otro recurso para la interpretación de ese patrimonio arqueológico que, en la mayoría de las ocasiones, no llega más que maltratado por la llamada erosión histórica pero que sigue vivo en nuestras cocinas tradicionales, un recurso para explicar mejor que los antiguos fueron sólo eso, pero mucho más inteligentes que los platos precocinados que ahora nos empujamos hacia dentro con toda prisa.
La conclusión, como no podía ser de otra manera, fue una copa de Montilla-Moriles en el fabuloso patio barroco del Hospital de San Juan de Dios, que bien supo maridar el maestro cocinero Joaquín Cortés con una pequeña selección de tapas tradicionales elaboradas por sus alumnos en las cocinas de la Residencia de Tercera Edad y donde no faltó la tapa estrella de Bujalance, la patata rellena, y de donde puede salir un nuevo proyecto, un recetario tradicional elaborado con los recuerdos y los sabores de la memoria viva de los residentes.