Móviles, pistolas, caballos o navajas son menudencias ante las amenazas:
No hay cosa más terrible que escuchar amenazas de muerte mientras te tomas un refrigerio con amigos en una terraza. Así sin esperarlo, y sin ser invitado te convierte en un testigo de un hecho que no puedes resolver. Lo que se hace en público, se convierte en público y comidilla al día siguiente; sin víctimas un par de días, con sangre de por medio, algunos días más. Por un lado, lo de menos son las identificaciones del amenazado y el amenazante, pues si no los conoces, ellos mismo se darán a conocer y se pondrán los apellidos. Así son las cosas cuando pasan en un barrio cualquiera.
Unos vieron y no vieron nada, algunos escucharon y no daban crédito, otros vieron navaja y otros pistola.... y que más da. Ahora los que más saben son los que no estuvieron. Posiblemente yo también creyese a mi hijo, aunque fuese el más capullo de la fiesta, pero nunca conjugaría el verbo amenazar en tiempos y personas.
Na, pamplinas.... dirían algunos; porque si nos ponemos a comparar cualquier hecho que vemos con los que puedan aparecer en un "telediario" qué significado tiene.
Lo tenemos todo perdido, las ganas de implicarnos, de denunciar y hasta de creerlo.
"Que cada perro se lama su culo" y adios solidaridad.
Cada día me gusta menos el mundo al que me han invitado. Uno hace lo que puede por mejorar, pero quizás la única ley que impera en todo esto es la de la selva.
Una pandilla de jóvenes apostados cerca de un local, uno de ellos se acerca para increpar a otro joven que se halla trabajando en ese local y amenazas. El amenazante parece que está dispuesto a cumplir lo que ha dicho, y de los testigos tengo la percepción del "!ay madre mía aquí se va a liar!".
Efectivamente pasado unos minutos amenazado y amenazante en el filo del tiempo, y de nuestras miserias cumplen el destino preparado para ambos; el del amenazado escapar para evitar tragedia mayor y el del amenazante recibir la interrupcion divina para caer al suelo y frustrar su propósito violento.
El resto de la historia es olvido, padres y madres que duermen, miedo, frustración, y bombas.
Alvaro H