Llega el invierno y una vez más nuestros arroyos y ríos se convierten en vertederos donde desechar el alpechín resultante de la extracción de aceite de oliva.
Esta práctica acaba con la vida de los peces, llega a producir la putrefacción de las aguas y las contamina con altos contenidos de potasio, fósforo y metales pesados. Todos los años lo comunicamos al SEPRONA, aunque parece que esta destrucción de nuestro medio ambiente termina quedando impune.
En 1981 el Gobierno prohibió el vertido de alpechín en nuestros ríos, por lo que desde entonces se debe verter en las balsas construidas para tal efecto, que producen por otro lado malos olores, proliferación de insectos... molestos si se construyen cerca de zonas pobladas.
Parece ser que estamos condenados a que nuestro patrimonio natural sea la válvula de escape para eliminar los desechos de la forma más barata para ellos, y perjudicial para todos los demás.
Esta práctica acaba con la vida de los peces, llega a producir la putrefacción de las aguas y las contamina con altos contenidos de potasio, fósforo y metales pesados. Todos los años lo comunicamos al SEPRONA, aunque parece que esta destrucción de nuestro medio ambiente termina quedando impune.
En 1981 el Gobierno prohibió el vertido de alpechín en nuestros ríos, por lo que desde entonces se debe verter en las balsas construidas para tal efecto, que producen por otro lado malos olores, proliferación de insectos... molestos si se construyen cerca de zonas pobladas.
Parece ser que estamos condenados a que nuestro patrimonio natural sea la válvula de escape para eliminar los desechos de la forma más barata para ellos, y perjudicial para todos los demás.