Una mano amiga en la trinchera vecina
"El riesgo siempre va a estar ahí, pero las medidas de seguridad son muy altas", apunta el científico villarrense desde Portugal, ejemplo en la gestión de la crisis
Francisco Javier Calero, en la puerta de entrada del Instituto de Medicina Molecular de Lisboa.
Francisco Javier Calero, en la puerta de entrada del Instituto de Medicina Molecular de Lisboa. / EL DÍA
CISCO LÓPEZ10 Mayo, 2020 - 03:00h
Sentirse útil. Decir más con menos es prácticamente imposible. Tal vez solo si va acompañada del crecimiento personal, la combinación pueda acercarse a lo insuperable. La experiencia vital que hay tras esa -aparentemente- simple construcción de palabras es la que muchas veces nos lleva a dar pasos que no todo el mundo acierta a comprender. Pero son zancadas que nos sirven para enfocar el futuro, y por qué no también el presente, de otra manera más empática y cercana a la realidad que nos toca vivir en cada momento. Y la de ahora no es precisamente un jardín florido de gardenias.
La pandemia global del coronavirus, ese bichito hasta hace meses desconocido y que de un tiempo a esta parte ocupa la mayor parte de nuestra existencia -y eso, aunque no lo parezca, ya es una señal no del todo mala-, pilló en Lisboa a Francisco Javier Calero. Este científico natural de Villa del Río no estaba de vacaciones, como otros españoles a los que la crisis sorprendió lejos de casa; estaba desempeñando su trabajo, como desde hace casi cuatro años, en el Instituto de Medicina Molecular, dependiente de la universidad de la capital lusa, al que llegó avalado por varias etapas de brillante formación en la rama de la biología celular.
El instituto, como otros muchos centros institucionales en el mundo, cerró sus puertas de forma coincidente con la declaración del estado de alarma en Portugal, considerado como ejemplo de la buena gestión para la contención del SARS-CoV-2. En el país vecino apenas había casos, pero la situación de caos que ya empezaban a vivir países como Italia o España le empujó a anticiparse. Y eso ha terminado provocando que sus números, con una extensión y población similares a Andalucía, sean incluso mejores que los de la propia región, con la que lógicamente no tardó en cerrar fronteras. ¿Por qué? Seguramente el hecho de poder tener mayor tiempo de reacción sin saturación de centros fue clave y, por qué no, la concienciación general de la población lusa de que era un problema real.
Entonces, a Francisco Javier le saltó la primera gran duda: ¿Vuelvo a España? "Yendo a trabajar a un centro de investigación que está al lado del hospital más grande de Lisboa -Hospital de Santa María-, dudaba si podía tener o no el virus. A eso se añadió que recomendaban no viajar, algo que luego se complicó más cuando cerraron el país", comenta Francisco Javier vía telefónica desde la capital portuguesa. Porque decidió quedarse. Y no para seguir confinado, sino arrimando el hombro para tratar de combatir la expansión del covid-19 desde la primera línea de fuego. Otra de las muchas trincheras que hay al margen de la sanidad.
"Nos dieron la opción de trabajar en el diagnóstico del coronavirus y yo, que estaba viviendo de cerca el desastre de la situación en España, pensé que podía aportar mi experiencia en el proceso de detección de un problema global, así que me dije: por qué no, es una buena idea", apunta este villarrense que, desde entonces, acumula más de un mes de trabajo en el laboratorio del IMM. Este centro, ahora dedicado a Joâo Lobo Antunes -prestigioso neurocirujano portugués fallecido en 2016-, fue pionero en ponerse a disposición del gobierno luso para aportar su experiencia técnica en la detección del proceso, en un procedimiento conjunto con otras instituciones del consorcio Serology4COVID como el Instituto Gulbenkian de Ciencia (IGC) o el Instituto de Biología Celular y Tecnología (IBET).
"ESTAMOS CENTRADOS EN EL CRIBADO EN RESIDENCIAS, AUNQUE AQUÍ NO HAY EL PROBLEMA QUE HEMOS VISTO EN ESPAÑA"
Calero explica que "la mayoría de los institutos científicos utilizamos diariamente esas mismas técnicas en los laboratorios, por lo que solo teníamos que adaptarlas. Si lo tenemos todo y hemos cerrado, ¿por qué no ayudar en eso viendo que las directrices de la Organización Mundial de la Salud pasaban por testar mucho para intentar pararlo todo?", apunta el licenciado en Biotecnología por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y doctor por el mismo centro tras un trabajo desarrollado en el Centro Andaluz de Biología al Desarrollo, que no estaba en el grupo original del proyecto, sino que se sumó posteriormente "como voluntario".
El proceso anterior lo conformaron tres compañeros del IMM, que se encargaron de organizar tanto material como muestras o información de test con la idea de saber qué procedimiento tocaba seguir con el coronavirus. Luego fue el centro Ricardo Jorge -el hermano del ahora archiconocido Carlos III en España, acreditado para todos los casos de infecciones o epidemias- el que comprobó de primera mano la capacidad de ejecución del centro lisboeta y la fiabilidad de sus pruebas. La luz verde pasó a estar encendida.
Fue el momento entonces de ponerse manos a la obra. Sin dudas, porque "el riesgo siempre va a estar ahí. Tienes riesgos, pero las medidas de seguridad, son muy altas", argumenta el cordobés, que puntualiza que no ha habido ningún caso positivo entre los compañeros, lo que sin duda también ha debido servir de fortalecimiento moral, tanto individual como colectiva. El IMM ha establecido un horario diario de doce horas, de nueve de la mañana a nueve de la noche, con reparto de turnos… y funciones, para hacer más ágil todo el proceso de diagnóstico de los test.
Por cierto, PCR, los que otorgan mayor precisión sobre la presencia del virus, aunque tarden algo más que los rápidos ya generalizados. Y centrados en residencias. Porque aunque en un principio la idea era trabajar de la mano con el hospital, la final "no ha habido tanta demanda y no ha hecho falta", por lo que como estábamos coordinados se llegó a un acuerdo con el Ministerio de Trabajo para testar todos los centros de mayores del área de Lisboa y alrededores". Luego, también se han sumado algunos test realizados a la Guardia Nacional Republicana y en el Hospital de Cruz Roja, merced a un convenio para analizar los muestreos tomados a pie de coche en el centro hospitalario.
"Viendo lo que estaba ocurriendo en otros países, al ser el grupo más vulnerable, la idea es hacer un cribado en la residencias para detectar cuanto antes la enfermedad. De momento, la gran mayoría de las muestras son negativas, pero hay que seguir porque sabemos que puede haber gente que no tiene síntomas y lo tiene. Además, si hay una persona en una residencia, si no se detecta, van a traer muchos más", recuerda Francisco Javier Calero, que diariamente se enfrenta a una media de 300 pruebas, con un pico de casi 600, en un proceso que culmina, a lo más tardar, 24 horas más tarde, si bien el resultado suele estar en mucho menos tiempo.
"TARDÉ EN DECIR A LA FAMILIA EN QUÉ ESTABA TRABAJANDO PARA NO PREOCUPARLOS, PERO LUEGO YA FUE IMPOSIBLE"
Pero, ¿cuál es el desarrollo? Tras la recepción del test, un primer grupo canaliza el origen del mismo y ya da paso a su trabajo en laboratorio. Y en la primera fase, la de "mayor riesgo porque es el único paso en el que estás trabajando con la muestra en sí del paciente y la tienes que abrir para comenzar todo el proceso", es en la que se encuentra el villarrense, cuya labor se centra en tomar parte de esa muestra, inactivarla "para que no sea peligroso trabajar con ella" en una tarea de manipulación que dura "segundos" y guardar inmediatamente el resto por si hubiera que repetir la operación.
Ya tras ese primer paso, el resto de compañeros que trabajar en el Instituto de Medicina Molecular se encarga de, primero, extraer el material genético de la muestra y, por último, determinar si hay señales del coronavirus o no en el mismo. Pero no queda ahí el desempeño del centro, pues otro grupo se ha centrado en realizar test de anticuerpos, que puede descubrir también la presencia del covid-19 o si ha existido una infección anterior -"no son los rápidos de los que tanto se habla", puntualiza el cordobés-, y un equipo de trabajo que toma muestras de sangre de los pacientes con el fin de guardar células y tener un banco de muestras "que pueda servir para estudios futuros" sobre el virus SARS-CoV-2.
El científico villarrense, en uno de los laboratorios del IMM.
El científico villarrense, en uno de los laboratorios del IMM. / EL DÍA
Y a todo esto… ¿cómo se tomó la familia esta implicación en el proceso del coronavirus? Calero relata que en las primeras semanas no dijo "nada" porque todo estaba en fase experimental e "iba a ser preocupar a todo el mundo sin necesidad", sobre todo viendo los efectos que el covid-19 estaba teniendo en España. "Pero cuando ya vi que esto iba en serio, que iba a más… tuve que decirlo, ya que entre otras cosas había veces que me llamaban y no podía atender porque en el laboratorio no podemos tener el móvil, y era ya difícil de ocultarlo", continúa.
Y la aceptación fue plena, desde sus padres a sus hermanos, principalmente, porque la oportunidad de desarrollo personal es inmejorable. "Soy científico, trabajo para ver cómo funcionan las células -el cáncer está de fondo en todo- y, por tanto, queremos que nuestro trabajo sirva para curar enfermedades o ayudar a la sociedad para saber más y mejorar nuestras vidas", puntualiza Francisco Javier, que hasta ahora venía desarrollando labores de "conocimiento con posible aplicación a largo plazo" y en el proceso actual se centra en "algo que es para ya, y eso es importante".
Además, el desarrollo de esta pandemia también ha servido para poner el foco a la ciencia, una gran desconocida, un mundo normalmente visto como raro, "porque aunque el foco principal está en los sanitarios, que es lo más importante, ha permitido hablar de qué es un test, cómo se hace, por qué… Hay mucha desinformación en todo esto, e intento aprovechar el momento para hacer divulgación científica, explicando cómo se hace todo".
De hecho, este villarrense reconoce que en más de una conversación telemática con amigos ha tenido que aportar algo de luz a un mundo que, siendo un perfecto desconocido, se ha convertido de la noche a la mañana en punto de conversación, a veces sin tener los conocimientos adecuados. "¿Hasta qué punto tiene sentido hacer un test ahora, a qué persona…? A lo mejor sería bueno ahora que estamos empezando a salir, pero no antes que estábamos encerrados y distanciados socialmente. Eso sí, sería conveniente hacerlos teniendo una infraestructura fuerte y necesaria para detectar, aislar, controlar…", expone el cordobés, que ya pone la vista en el futuro.
"QUEREMOS QUE NUESTRA LABOR SIRVA PARA CURAR ENFERMEDADES O AYUDAR A LA SOCIEDAD PARA MEJORAR"
"Si no hay vacuna, acabaremos con una inmunidad de grupo, pero debe ser controlado. Hay que trabajar en una inmunidad de rebaño, que si es duradera, sería positivo, siempre que, lógicamente, se salve a la mayor parte de población posible y no vuelva a haber colapsos hospitalarios como en España o Italia, pues podría llegar a ser como la gripe, que pasa rápido", argumenta Francisco Javier Calero, consciente de que "siempre va a haber contagios, pero hay que preparar al país para lo que venga".
De momento, lo que toca es la famosa desescalada, que tanto en España como en Portugal arrancó el lunes 4 de mayo, con notables diferencias, pero también puntos en común, como el carácter gradual y ese espacio mínimo de dos semanas entre fases. La mayor distancia es que el país luso está en un estado de calamidad pública, menos severo que el de alarma que el Gobierno de Pedro Sánchez amplió hasta el día 24, si bien es verdad que la diferencia de afectación es importante: poco más de 27.000 casos y apenas 1.100 muertos en tierras portuguesas por los más de 223.000 contagios y más de 27.000 defunciones de España. Fases y semanas que el villarrense tendrá que seguir viendo desde la vieja Lisboa, prestando sus manos y su conocimiento para combatir el virus en la trinchera de al lado.
"El riesgo siempre va a estar ahí, pero las medidas de seguridad son muy altas", apunta el científico villarrense desde Portugal, ejemplo en la gestión de la crisis
Francisco Javier Calero, en la puerta de entrada del Instituto de Medicina Molecular de Lisboa. / EL DÍA
CISCO LÓPEZ10 Mayo, 2020 - 03:00h
Sentirse útil. Decir más con menos es prácticamente imposible. Tal vez solo si va acompañada del crecimiento personal, la combinación pueda acercarse a lo insuperable. La experiencia vital que hay tras esa -aparentemente- simple construcción de palabras es la que muchas veces nos lleva a dar pasos que no todo el mundo acierta a comprender. Pero son zancadas que nos sirven para enfocar el futuro, y por qué no también el presente, de otra manera más empática y cercana a la realidad que nos toca vivir en cada momento. Y la de ahora no es precisamente un jardín florido de gardenias.
La pandemia global del coronavirus, ese bichito hasta hace meses desconocido y que de un tiempo a esta parte ocupa la mayor parte de nuestra existencia -y eso, aunque no lo parezca, ya es una señal no del todo mala-, pilló en Lisboa a Francisco Javier Calero. Este científico natural de Villa del Río no estaba de vacaciones, como otros españoles a los que la crisis sorprendió lejos de casa; estaba desempeñando su trabajo, como desde hace casi cuatro años, en el Instituto de Medicina Molecular, dependiente de la universidad de la capital lusa, al que llegó avalado por varias etapas de brillante formación en la rama de la biología celular.
El instituto, como otros muchos centros institucionales en el mundo, cerró sus puertas de forma coincidente con la declaración del estado de alarma en Portugal, considerado como ejemplo de la buena gestión para la contención del SARS-CoV-2. En el país vecino apenas había casos, pero la situación de caos que ya empezaban a vivir países como Italia o España le empujó a anticiparse. Y eso ha terminado provocando que sus números, con una extensión y población similares a Andalucía, sean incluso mejores que los de la propia región, con la que lógicamente no tardó en cerrar fronteras. ¿Por qué? Seguramente el hecho de poder tener mayor tiempo de reacción sin saturación de centros fue clave y, por qué no, la concienciación general de la población lusa de que era un problema real.
Entonces, a Francisco Javier le saltó la primera gran duda: ¿Vuelvo a España? "Yendo a trabajar a un centro de investigación que está al lado del hospital más grande de Lisboa -Hospital de Santa María-, dudaba si podía tener o no el virus. A eso se añadió que recomendaban no viajar, algo que luego se complicó más cuando cerraron el país", comenta Francisco Javier vía telefónica desde la capital portuguesa. Porque decidió quedarse. Y no para seguir confinado, sino arrimando el hombro para tratar de combatir la expansión del covid-19 desde la primera línea de fuego. Otra de las muchas trincheras que hay al margen de la sanidad.
"Nos dieron la opción de trabajar en el diagnóstico del coronavirus y yo, que estaba viviendo de cerca el desastre de la situación en España, pensé que podía aportar mi experiencia en el proceso de detección de un problema global, así que me dije: por qué no, es una buena idea", apunta este villarrense que, desde entonces, acumula más de un mes de trabajo en el laboratorio del IMM. Este centro, ahora dedicado a Joâo Lobo Antunes -prestigioso neurocirujano portugués fallecido en 2016-, fue pionero en ponerse a disposición del gobierno luso para aportar su experiencia técnica en la detección del proceso, en un procedimiento conjunto con otras instituciones del consorcio Serology4COVID como el Instituto Gulbenkian de Ciencia (IGC) o el Instituto de Biología Celular y Tecnología (IBET).
"ESTAMOS CENTRADOS EN EL CRIBADO EN RESIDENCIAS, AUNQUE AQUÍ NO HAY EL PROBLEMA QUE HEMOS VISTO EN ESPAÑA"
Calero explica que "la mayoría de los institutos científicos utilizamos diariamente esas mismas técnicas en los laboratorios, por lo que solo teníamos que adaptarlas. Si lo tenemos todo y hemos cerrado, ¿por qué no ayudar en eso viendo que las directrices de la Organización Mundial de la Salud pasaban por testar mucho para intentar pararlo todo?", apunta el licenciado en Biotecnología por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y doctor por el mismo centro tras un trabajo desarrollado en el Centro Andaluz de Biología al Desarrollo, que no estaba en el grupo original del proyecto, sino que se sumó posteriormente "como voluntario".
El proceso anterior lo conformaron tres compañeros del IMM, que se encargaron de organizar tanto material como muestras o información de test con la idea de saber qué procedimiento tocaba seguir con el coronavirus. Luego fue el centro Ricardo Jorge -el hermano del ahora archiconocido Carlos III en España, acreditado para todos los casos de infecciones o epidemias- el que comprobó de primera mano la capacidad de ejecución del centro lisboeta y la fiabilidad de sus pruebas. La luz verde pasó a estar encendida.
Fue el momento entonces de ponerse manos a la obra. Sin dudas, porque "el riesgo siempre va a estar ahí. Tienes riesgos, pero las medidas de seguridad, son muy altas", argumenta el cordobés, que puntualiza que no ha habido ningún caso positivo entre los compañeros, lo que sin duda también ha debido servir de fortalecimiento moral, tanto individual como colectiva. El IMM ha establecido un horario diario de doce horas, de nueve de la mañana a nueve de la noche, con reparto de turnos… y funciones, para hacer más ágil todo el proceso de diagnóstico de los test.
Por cierto, PCR, los que otorgan mayor precisión sobre la presencia del virus, aunque tarden algo más que los rápidos ya generalizados. Y centrados en residencias. Porque aunque en un principio la idea era trabajar de la mano con el hospital, la final "no ha habido tanta demanda y no ha hecho falta", por lo que como estábamos coordinados se llegó a un acuerdo con el Ministerio de Trabajo para testar todos los centros de mayores del área de Lisboa y alrededores". Luego, también se han sumado algunos test realizados a la Guardia Nacional Republicana y en el Hospital de Cruz Roja, merced a un convenio para analizar los muestreos tomados a pie de coche en el centro hospitalario.
"Viendo lo que estaba ocurriendo en otros países, al ser el grupo más vulnerable, la idea es hacer un cribado en la residencias para detectar cuanto antes la enfermedad. De momento, la gran mayoría de las muestras son negativas, pero hay que seguir porque sabemos que puede haber gente que no tiene síntomas y lo tiene. Además, si hay una persona en una residencia, si no se detecta, van a traer muchos más", recuerda Francisco Javier Calero, que diariamente se enfrenta a una media de 300 pruebas, con un pico de casi 600, en un proceso que culmina, a lo más tardar, 24 horas más tarde, si bien el resultado suele estar en mucho menos tiempo.
"TARDÉ EN DECIR A LA FAMILIA EN QUÉ ESTABA TRABAJANDO PARA NO PREOCUPARLOS, PERO LUEGO YA FUE IMPOSIBLE"
Pero, ¿cuál es el desarrollo? Tras la recepción del test, un primer grupo canaliza el origen del mismo y ya da paso a su trabajo en laboratorio. Y en la primera fase, la de "mayor riesgo porque es el único paso en el que estás trabajando con la muestra en sí del paciente y la tienes que abrir para comenzar todo el proceso", es en la que se encuentra el villarrense, cuya labor se centra en tomar parte de esa muestra, inactivarla "para que no sea peligroso trabajar con ella" en una tarea de manipulación que dura "segundos" y guardar inmediatamente el resto por si hubiera que repetir la operación.
Ya tras ese primer paso, el resto de compañeros que trabajar en el Instituto de Medicina Molecular se encarga de, primero, extraer el material genético de la muestra y, por último, determinar si hay señales del coronavirus o no en el mismo. Pero no queda ahí el desempeño del centro, pues otro grupo se ha centrado en realizar test de anticuerpos, que puede descubrir también la presencia del covid-19 o si ha existido una infección anterior -"no son los rápidos de los que tanto se habla", puntualiza el cordobés-, y un equipo de trabajo que toma muestras de sangre de los pacientes con el fin de guardar células y tener un banco de muestras "que pueda servir para estudios futuros" sobre el virus SARS-CoV-2.
El científico villarrense, en uno de los laboratorios del IMM.
Y a todo esto… ¿cómo se tomó la familia esta implicación en el proceso del coronavirus? Calero relata que en las primeras semanas no dijo "nada" porque todo estaba en fase experimental e "iba a ser preocupar a todo el mundo sin necesidad", sobre todo viendo los efectos que el covid-19 estaba teniendo en España. "Pero cuando ya vi que esto iba en serio, que iba a más… tuve que decirlo, ya que entre otras cosas había veces que me llamaban y no podía atender porque en el laboratorio no podemos tener el móvil, y era ya difícil de ocultarlo", continúa.
Y la aceptación fue plena, desde sus padres a sus hermanos, principalmente, porque la oportunidad de desarrollo personal es inmejorable. "Soy científico, trabajo para ver cómo funcionan las células -el cáncer está de fondo en todo- y, por tanto, queremos que nuestro trabajo sirva para curar enfermedades o ayudar a la sociedad para saber más y mejorar nuestras vidas", puntualiza Francisco Javier, que hasta ahora venía desarrollando labores de "conocimiento con posible aplicación a largo plazo" y en el proceso actual se centra en "algo que es para ya, y eso es importante".
Además, el desarrollo de esta pandemia también ha servido para poner el foco a la ciencia, una gran desconocida, un mundo normalmente visto como raro, "porque aunque el foco principal está en los sanitarios, que es lo más importante, ha permitido hablar de qué es un test, cómo se hace, por qué… Hay mucha desinformación en todo esto, e intento aprovechar el momento para hacer divulgación científica, explicando cómo se hace todo".
De hecho, este villarrense reconoce que en más de una conversación telemática con amigos ha tenido que aportar algo de luz a un mundo que, siendo un perfecto desconocido, se ha convertido de la noche a la mañana en punto de conversación, a veces sin tener los conocimientos adecuados. "¿Hasta qué punto tiene sentido hacer un test ahora, a qué persona…? A lo mejor sería bueno ahora que estamos empezando a salir, pero no antes que estábamos encerrados y distanciados socialmente. Eso sí, sería conveniente hacerlos teniendo una infraestructura fuerte y necesaria para detectar, aislar, controlar…", expone el cordobés, que ya pone la vista en el futuro.
"QUEREMOS QUE NUESTRA LABOR SIRVA PARA CURAR ENFERMEDADES O AYUDAR A LA SOCIEDAD PARA MEJORAR"
"Si no hay vacuna, acabaremos con una inmunidad de grupo, pero debe ser controlado. Hay que trabajar en una inmunidad de rebaño, que si es duradera, sería positivo, siempre que, lógicamente, se salve a la mayor parte de población posible y no vuelva a haber colapsos hospitalarios como en España o Italia, pues podría llegar a ser como la gripe, que pasa rápido", argumenta Francisco Javier Calero, consciente de que "siempre va a haber contagios, pero hay que preparar al país para lo que venga".
De momento, lo que toca es la famosa desescalada, que tanto en España como en Portugal arrancó el lunes 4 de mayo, con notables diferencias, pero también puntos en común, como el carácter gradual y ese espacio mínimo de dos semanas entre fases. La mayor distancia es que el país luso está en un estado de calamidad pública, menos severo que el de alarma que el Gobierno de Pedro Sánchez amplió hasta el día 24, si bien es verdad que la diferencia de afectación es importante: poco más de 27.000 casos y apenas 1.100 muertos en tierras portuguesas por los más de 223.000 contagios y más de 27.000 defunciones de España. Fases y semanas que el villarrense tendrá que seguir viendo desde la vieja Lisboa, prestando sus manos y su conocimiento para combatir el virus en la trinchera de al lado.