Una edición cordobesa
Salvador Gutíerrez Solís- 18.05.2008
Salvador Gutíerrez Solís- 18.05.2008
HASTA la edición del presente año, tenía la impresión de que los cordobeses éramos poco dados a participar en los grandes concursos televisivos. El adjetivo grande lo aplico a tenor de las extensiones de estos concursos y de sus costosas producciones. Y aunque hemos tenido alguna novia cabreada en algún Gran Hermano, una bellísima Pop-Star, y una triunfita dulce -Lidia- y otra rebelde -Vega-, salvo la pareja ganadora de La casa de tu vida -que más que una casa parce que ganaron un búnker, en paradero desconocido-, siempre hemos pasado de puntillas por estos concursos. Salvo este año, que contamos con, nada más y nada menos, tres participantes, tres como tres soles, en la presente edición de Operación Triunfo. Manu, Anabel y Sandra, que hasta el momento mantienen intactas sus posibilidades, en el grupo de favoritos, escapando con soltura de las temidas nominaciones semanales. No me cabe duda de que seguiremos viendo a los tres artistas durante unos cuantos martes más. Deteniéndonos en cada uno de ellos, Manu, que es el benjamín, diecisiete años recién cumplidos, natural de Villa del Río, tierra de voces -radiofónicas-, combina a la perfección la candidez de la infancia con el desparpajo de la juventud. Es una baladista nato, tiene buena voz, es divertido, un gran imitador, no desentona en una portada del Superpop y es aplicado en la Academia. Además, suele ser el favorito de la audiencia, lo que le permite esquivar las nominaciones. Si Manu podría ser un buen ejemplo de inocencia, Anabel lo es de picardía. Copla y dance, volantes y lycra, Madonna y la Pantoja, parecen convivir con absoluta normalidad en esta cordobesa menuda y pizpireta que no dudó a la hora de llamar chupachups al mismísimo Risto. Espero que la técnica, o su disciplina, no hagan mella en el pellizco de Anabel, que no deja de ser su gran baza. Y para el final he dejado a mi favorita, a Sandra, a la que le pronostico una larga trayectoria musical. Es más atractiva que guapa, tiene ese punto de romeraca, de barrio, que tan bien define Ginés Liébana, y encima del escenario se mueve con soltura y desparpajo torrencial. Es más roquera, más enérgica, que el resto de sus compañeros, y yo no la veo cantando baladitas al uso o protagonizando un fenómeno de fans adolescentes. La veo liderando una banda de rock o como una especie de Chrissie Hynde -la vocalista de los Pretenders-, a la española. Además, con toda probabilidad, es una de las concursantes que más ha progresado dentro de la Academia. Operación Triunfo, su concepto, intención y definición, sigue contando con los mismos detractores que hace años. Cuestionar la posibilidad de fabricar un artista en unos pocos meses es lógico, muy fácil de entender. Aunque también es muy fácil de entender que alguien interesado en dedicar su vida a la música lo intente, aún consciente de que no es el modelo más válido. El antiguo Festival de Benidorm, Gente Joven o la mismísima Eurovisión cumplieron anteriormente, en gran medida, con esta función, fueron ese gran escaparate, esa gran ventana, que nos mostró un nuevo artista. Operación Triunfo añade a estos modelos el de su gran poder de promoción -la audiencia, para que nos entendamos todos-, así como el de la formación, aunque sólo sea por unos meses, dentro de la célebre Academia. A nuestros tres concursantes cordobeses sólo nos queda desearles toda la suerte del mundo y apoyarles dentro de nuestras posibilidades, aunque me temo que eso, salvo que nos organicemos, les perjudica. No es como sucede en la mayoría de las ocasiones, que toda una sola provincia se vuelca con un único concursante, nosotros tenemos tres. Eso sí, la posibilidad de que uno de ellos sea el ganador en la edición de este año es más elevada. Manu, Sandra y Anabel protagonizan el concurso televisivo más cordobés que se recuerda. Deseémosle a los tres que este protagonismo se mantenga una vez que abandonen la Academia -y que Risto los trate bien.