lunes, 1 de marzo de 2010

Centenario del escultor de nuestra Patrona.


El «padre» de la Virgen niña
El artista policroma una imagen de San Rafael y termian un cuadro FOTO: ARCHIVO DE LA FAMILIA MARTÍNEZ CERRILLO
El «padre» de la Virgen niña
Domingo , 28-02-10
El 4 de abril de 1910, en la calle Pozonuevo de Bujalance, Isabel Cerrillo dio a luz a un artista. Entonces, esta ama de casa, que se dedicó a hacer flores de tela que cambiaba por alimentos y que ejerció como cosaria cuando se trasladó a Córdoba, no imaginaba que su hijo Juan, el único que llegó vivo a la adolescencia de los tres que alumbró, fuese algún día el «padre» de imágenes de Cristo y de la Virgen veneradas especialmente en Córdoba, pero también en Andalucía, e incluso Latinoamérica, gracias a los tres meses que pasó en Venezuela en los años 60, y el Vaticano, donde el alcalde Guzmán Reina llevó al Papa Pablo VI un tríptico de la Virgen de Linares, San Rafael y San Eulogio.
Pronto supieron en el colegio de «Juanito» de las aptitudes del chico para el dibujo, las mismas que animaron a Isabel y a su esposo, Manuel Martínez, que era encalador, a trasladarse a Córdoba con el afán de que su hijo ingresara en la Escuela de Artes Aplicadas, como hizo en 1923.
El paisaje fue la primera disciplina que lo interesó y a pintarlo se dedicó Juan Martínez Cerrillo en una primera época en la que también restauraba piezas antiguas en el taller de Rafael Díaz Fernández. Sus pinturas son principalmente de temas religiosos y motivos cordobeses.
Vino después la etapa que más fama le daría: la de la imaginería, en la que destacan sus imágenes de la Virgen con rasgos juveniles y aniñados, y por último su dedicación al guadamecí, que desarrolló ampliamente y que introdujo en el patrimonio de las cofradías, en las que también trabajó como diseñador y como vestidor de la Virgen de la Esperanza, que él talló y a la que fabricaba sus velas rizás con moldes de patata.
La primera imagen que realizó -en barro cocido-, una pequeña Virgen, la conserva su viuda, Concepción Agudo, en el dormitorio que compartió con el que era primo de su madre y con el que se casó en 1951 ante la imagen de Jesús del Calvario, una de las principales devociones de Cerrillo, que tras fallecer el 6 de octubre de 1989 fue amortajado con el hábito de dicha cofradía, que ayudó a refundar.
Ya de talla fue la Virgen que realizó en los permisos como militar en la Guerra Civil: la Paz y Esperanza de Córdoba, ciudad en la que procesionan titulares salidos de su gubia como Jesús de la Humildad y Paciencia, de la Sentencia, de los Reyes en su Entrada Triunfal en Jerusalén o la Virgen de la Piedad. También es autor de la Virgen de la Estrella, patrona de Villa del Río, la Virgen del Sol, de Adamuz y la de los Remedios de Villafranca y de numerosas restauraciones.
El voto de la Inmaculada
La mayoría de ellas las talló en su casa de la plaza de San Rafael -antes vivió en Santa María de Gracia, y desde 1973 en Enrique Redel-, en cuyo patio gustaba el escultor de tener animales como gatos y pájaros, lo que llevaba a su mujer a llamar cariñosamente «San Antón» a este hombre mariano y de una espritualidad muy profunda.
«No profesó en ninguna orden religiosa por no dejar a sus padres», asegura Juan Manuel Martínez-Cerrillo [sus descendientes conservan unidos los dos apellidos del escultor], uno de sus dos hijos, que cada 8 de diciembre lo llevaba a su pueblo natal para rezar ante la Inmaculada del Voto, que él cumplía fielmente.
Las convicciones religiosas de «Juanito» le hacían rezar todas las noches la «Preparación para la muerte» y lo llevaron en alguna ocasión a salir de penitente con cubrerrostro tras Jesús de las Penas, que él había tallado, según cuenta José Gómez, amigo de Cerrillo y hermano fundador de la Esperanza.
«Muy divertido»
Sin embargo, nunca impuso sus creencias a su familia. Lo afirma su hija, María Isabel. «Nos dio libertad plena en ese sentido», indica. Aunque predicaba con ejemplos y «nos enseñó valores muy grandes».
Su espiritualidad no estaba reñida con el sentido del humor que todos los que lo conocieron recuerdan y elogian. Cuentan de él que era buen orador, dicharachero, contador de chistes y bromista. José Gómez asegura que «era muy divertido y fue cómico en una compañía de teatro». No le costaba trabajo disfrazarse y lo hacía a menudo en reuniones con allegads.
«Era una persona alegre, optimista, te mondabas de risa con él», recuerda su hija rodeada de recuerdos que inundan el domicilio de sus padres, decorado con pinturas, guadamecíes y esculturas de Cerrillo que, además de sus imágenes que salen en procesión, produjo muchísimo para conventos y particulares.
Su fecunda obra le valió que en 1975 fuera nombrado académico colaborador de la Real Academia, y después de su muerte a los 79 años, el Ayuntamiento pusiera su nombre a una calle y que la Agrupación de Cofradías lo hiciese cofrade ejemplar.
El amor a Cristo y a su Bendita Madre lo lleva grabado en su lápida, en el cementerio de San Rafael, en la que aparece un Crismón como era el deseo de quien ahora, en el centenario de su nacimiento contará también con una placa que le pondrá el Ayuntamiento de Bujalance en la casa que lo vio nacer en la calle Pozonuevo, y con otra que se bendecirá el Miércoles Santo al paso de la hermandad de la Paz en su casa de la calle Enrique Redel, en cuyo balcón aguardará jubilosa su alma la Alegría de la Virgen María por la Resurrección que él bien supo reflejar.