Isabel Agüera Espejo-Saavedra
28 de mayo de 2016
Algo tiene tiene este día, amigos, que, como una oleada de buenos y nostálgicos recuerdos, me invade, me lleva, me traslada a otro tiempo, a otro lugar, mi pueblo, a otra casa, sí, a la casa palacio de mi infancia y juventud. Amanece muy temprano. Hay repique de campanas, hay revuelo de servicio, hay urgencias en mis padres y hay un despertar festivo de mis hermanos y mío que nos precipitamos a nuestras ropas nuevas, zapatos limpios, desfile ante mi padre que nos revisa uñas, peinado…
Un indescriptible olor a juncia invade el ambiente. Fachadas que son macetas y colgaduras, rivalizando en colorido y arte. Altares pequeñitos por esquinas. arcos grandes, verdes por las calles principales. Imparable trasiego de gente que madruga en canciones y fervores, niños de Primera Comunión que aligeran su blanco paso y lucen canastitos de flores.
Y yo me veo allí, sola, en el jardín de casa, recogiendo pétalos de las mejores rosas que deposito en una taleguilla hasta llenarla.
Mi padre elegante, con su traje nuevo, de chaqueta cruzada, impecable, se adelanta: tengo que revisar que todo esté a punto; no lleguéis tarde –nos alerta-. Y la familia se apresura. Yo me quedo algo rezagada con mi taleguilla de pétalos en el balcón de en medio de la fachada, percibiendo aquel aroma inconfundible de uno de los grandes días que relucen como el sol. Si es el Día del Corpus y un . repique largo, glorioso de campanas anuncia la salida de la Custodia en procesión. Mi corazón se acelera, pero allí estoy, subida en una silla, esperando mi gran momento: el de arrojar mis pétalos al paso de la Custodia. Es como si con ellos pudiera acariciarla, es como si, en mi pequeñez, nada mejor pudiera ofrecerla al Amor de los Amores.
Primero, me llegan las canciones de voces izadas por fervores infinitos; después, el olor profundo a incienso, y la gente que en rigurosas filas, mujeres con velos largos y sus mejores galas, Hay paradas en los altares y bendición con la Custodia, en tato la gente, de rodillas y con la cabeza agachada, guarda un instante de silencio, hay un lento caminar por el centro de la calle de niños y niñas de Primera Comunión, cubriendo de flores el paso. Y por fin, la parada de todos los años, bajo mi balcón. Mi padre, Hermano Mayor del Santísimo, con su centro, preside la procesión. -¡qué guapo lo veo!-, y el diluvio de mis pétalos logra caer sobre la custodia que retorna su lento paso por calles de mi tan querido pueblo.
Hoy, sin poderlo evitar, desde bien temprano, mi alma voló a mi pueblo, a la que fue mi casa. Sigue el balcón, y sigue el olor a juncia y el paso solemne de la Custodia, y mi padre, y mi familia y desde este "balcón" de mi ordenador, os digo amigos, con más o menos fe: arrojemos pétalos al marginado, al pobre, al refugiado, a los que sufren, a todos, porque con los años he aprendido que Dios está en ellos, en ti, en mí… Hoy es el gran día del Corpus.
28 de mayo de 2016
Algo tiene tiene este día, amigos, que, como una oleada de buenos y nostálgicos recuerdos, me invade, me lleva, me traslada a otro tiempo, a otro lugar, mi pueblo, a otra casa, sí, a la casa palacio de mi infancia y juventud. Amanece muy temprano. Hay repique de campanas, hay revuelo de servicio, hay urgencias en mis padres y hay un despertar festivo de mis hermanos y mío que nos precipitamos a nuestras ropas nuevas, zapatos limpios, desfile ante mi padre que nos revisa uñas, peinado…
Un indescriptible olor a juncia invade el ambiente. Fachadas que son macetas y colgaduras, rivalizando en colorido y arte. Altares pequeñitos por esquinas. arcos grandes, verdes por las calles principales. Imparable trasiego de gente que madruga en canciones y fervores, niños de Primera Comunión que aligeran su blanco paso y lucen canastitos de flores.
Y yo me veo allí, sola, en el jardín de casa, recogiendo pétalos de las mejores rosas que deposito en una taleguilla hasta llenarla.
(Foto del CORPUS en Villa del Río)
Mi padre elegante, con su traje nuevo, de chaqueta cruzada, impecable, se adelanta: tengo que revisar que todo esté a punto; no lleguéis tarde –nos alerta-. Y la familia se apresura. Yo me quedo algo rezagada con mi taleguilla de pétalos en el balcón de en medio de la fachada, percibiendo aquel aroma inconfundible de uno de los grandes días que relucen como el sol. Si es el Día del Corpus y un . repique largo, glorioso de campanas anuncia la salida de la Custodia en procesión. Mi corazón se acelera, pero allí estoy, subida en una silla, esperando mi gran momento: el de arrojar mis pétalos al paso de la Custodia. Es como si con ellos pudiera acariciarla, es como si, en mi pequeñez, nada mejor pudiera ofrecerla al Amor de los Amores.
Primero, me llegan las canciones de voces izadas por fervores infinitos; después, el olor profundo a incienso, y la gente que en rigurosas filas, mujeres con velos largos y sus mejores galas, Hay paradas en los altares y bendición con la Custodia, en tato la gente, de rodillas y con la cabeza agachada, guarda un instante de silencio, hay un lento caminar por el centro de la calle de niños y niñas de Primera Comunión, cubriendo de flores el paso. Y por fin, la parada de todos los años, bajo mi balcón. Mi padre, Hermano Mayor del Santísimo, con su centro, preside la procesión. -¡qué guapo lo veo!-, y el diluvio de mis pétalos logra caer sobre la custodia que retorna su lento paso por calles de mi tan querido pueblo.
Hoy, sin poderlo evitar, desde bien temprano, mi alma voló a mi pueblo, a la que fue mi casa. Sigue el balcón, y sigue el olor a juncia y el paso solemne de la Custodia, y mi padre, y mi familia y desde este "balcón" de mi ordenador, os digo amigos, con más o menos fe: arrojemos pétalos al marginado, al pobre, al refugiado, a los que sufren, a todos, porque con los años he aprendido que Dios está en ellos, en ti, en mí… Hoy es el gran día del Corpus.