Una muestra en la Casa de las Cadenas de la localidad propone desde hoy un diálogo entre dos artistas singulares del siglo XX · La iniciativa se completa con una sección de obras de creadores jóvenes
Alfredo Asensi / Córdoba | Actualizado 11.03.2011 - 05:00
Villa del Río irrumpe en la escena cultural con una exposición que recupera uno de los movimientos clave de las vanguardias artísticas del siglo XX, el surrealismo, de la mano de dos de sus representantes mayores: Salvador Dalí y Ginés Liébana. La Casa de las Cadenas de la localidad acoge desde hoy una muestra que establece un sugerente diálogo entre los dos artistas e incorpora en una sección paralela propuestas de seis creadores jóvenes (pintura, fotografía, escultura...), menos conocidos pero también contaminados por el virus surreal.
La idea de la exposición, según explica su coordinador, Antonio Lara, surgió el pasado verano: "A través del contacto con algunos particulares se presentó la oportunidad de exhibir obras de Dalí en Villa del Río. Pero era poca obra para vertebrar una exposición. Entonces me di cuenta de la estrecha relación que existe entre Dalí y Liébana y surgió la iniciativa de realizar una exposición conjunta". Luego, añade, "todo ha venido rodado, porque a Ginés lo nombraron Hijo Predilecto de Córdoba y le dieron la Medalla de Oro de Andalucía", circunstancias que subrayan la importancia histórica del artista de Cántico. Finalmente, la exposición, que permanecerá hasta finales de mes en la localidad y que posteriormente iniciará una itinerancia en la que están incluidas Córdoba (Escuela de Arte Mateo Inurria) y Sevilla, ha quedado configurada con 25 obras. De Dalí se exponen dibujos y aguafuertes que son propiedad de coleccionistas privados; de Liébana, óleos y acuarelas de su colección particular. A estas creaciones se añaden las de los artistas jóvenes que han sido invitados a la sección paralela, que representa un reconocimiento "al apoyo que Liébana siempre ha mostrado a los jóvenes creadores".
Entre el pintor de Figueras y el de Torredonjimeno se establece, según Lara, un diálogo "sublime". La más urgente conclusión que puede sacar el espectador "es la evidente influencia de Dalí en Liébana". Pero hay mucho más. Un enfoque sobre la creación artística que comparte numerosos elementos, rasgos, obsesiones y fobias. Una tendencia a la incorporación de elementos oníricos y una deriva hacia la irrealidad que rápidamente se identifican con los modos surrealistas. La Fundación Gala-Salvador Dalí ha cedido un libro en el que pueden contemplarse algunos ángeles del artista catalán. El ángel, como es sabido, se convertirá en uno de los símbolos fundamentales de Liébana, un referente que está presente a lo largo de toda su trayectoria con los más diversos tratamientos y significados. Estamos, pues, en un territorio de diálogo en que se aprecian trasvases y contagios pero también coincidencias, preocupaciones compartidas y una actitud similar ante la creación artística.
"Al principio, Liébana expresa su surrealismo sobre todo como ilustrador de libros, pero evoluciona, rompe con algunos códigos y empieza a realizar extraordinarios óleos surrealistas en los que hay poesía, sentimientos..., de todo", señala Lara, que destaca "la generosidad que, una vez más, ha mostrado" el artista de Cántico a la hora de colaborar con esta exposición, que recupera en su cartel una fotografía del año 1972 en la que aparecen los dos creadores. "El pintor catalán -escribe Jesús Cabrera en el catálogo de la exposición- tenía el cetro del absurdo, algo que ya le era muy familiar a Ginés. Del encuentro quedó una fotografía y un autógrafo del de Cadaqués al 'más moderno y moderno monárquico español', que ahora se conserva en un lugar casi secreto y que en el fondo es también una obra de arte. Absurda, por supuesto".
En el mismo texto, Cabrera recuerda que "Liébana abre los ojos a la vida en plena devoción por el absurdo. Son los años en los que Gómez de la Serna oficia una liturgia que es realidad viva en el entorno del niño Ginés: son las corridas de toros improvisadas con cuatro carros en la plaza del pueblo, la Semana Santa en la que el ingenio suplía al arte". Un ámbito que "oscila entre lo rabiosamente popular y lo refinadamente culto, entre las exclamaciones salidas del alma de la chacha Clementina y la poesía de Góngora o de Juan Ramón". Una educación sentimental que se prolonga en una Córdoba en la que "el artista campa a sus anchas" y en la que emprende la aventura de Cántico.
Pasan los años y "el proceso creativo, que jamás fue considerado como un trabajo sino como una forma de expresión más, adquiere nuevas texturas y se enriquece hasta con lo más insignificante. Las reglas del juego siempre fueron para Liébana tan claras como saber que tenía que actuar en consecuencia y con sobriedad". Como sigue actuando.