MARÍA DOLORES GAITÁN. PIANISTA Y GESTORA CULTURAL
La intérprete ha creado una de las citas musicales más interesantes del panorama cordobés, el Festival Internacional de Piano Guadalquivir, que este año sale de Córdoba para llegar a Milán
María Dolores Gaitán, en uno de los patios del Palacio de Viana.
María Dolores Gaitán, en uno de los patios del Palacio de Viana. / JOSÉ MARTÍNEZ
ÁNGELA ALBA24 Septiembre, 2017 - 02:34h
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María Dolores Gaitán (Villa del Río, 1983) ha sacado adelante uno de los festivales más interesantes de la ciudad. Hace ocho años que empezó la aventura de dar forma a una cita que llevara la música clásica por diversos rincones de Córdoba y Villa del Río bajo el nombre del río grande de Andalucía. Su intención era la promoción de este tipo de música y hacer comprender al público que no se trata de algo elitista. Además, en esta edición -que se inauguró ayer con un concierto en Villa del Río- el Festival Internacional de Piano Guadalquivir ha traspasado fronteras llegando a Milán, ciudad en la que Gaitán vive desde hace diez años y donde acabó su formación.
-¿Cómo surgió el festival?
SIN MI MADRE ESTE PROYECTO NO ESTARÍA AQUÍ PORQUE ELLA LUCHÓ PORQUE SIGUIERA CON UNA CARRERA MUSICAL"
-Empezó todo en mi pueblo, Villa del Río. Cuando ya estaba estudiando en Milán fui a dar un concierto y se llenó de gente; así me di cuenta de que había sed de cultura. Algunos vecinos me dijeron que por qué no hacía algo y entonces surgió el festival, que se convirtió en este entramado tan importante. Empezó en Villa del Río, luego en Córdoba y este año ha llegado a Milán. Surgió desde mis raíces y quería, a través del piano, traer todo el bagaje que estaba viviendo en otros países de Europa.
-Era muy joven entonces. ¿Cómo logró que la tomaran en serio?
-No ha sido fácil. Al principio presenté el proyecto como un festival de piano en Villa del Río y Montoro y lo aceptaron como algo novedoso, vieron que podía tener acogida. El primer año fue una edición humilde pero soy muy perseverante en las propuestas y empecé a ver un recipiente donde podía dar rienda suelta a todo lo que tenía en la cabeza. Eso hizo presentarlo aquí en Córdoba, donde tuvo mucha aceptación. Siguió creciendo y hasta el día de hoy.
-Y además de joven, mujer. ¿Le han puesto trabas por ello?
-No sé si llamarlo trabas pero sí que la apariencia importa al presentarse. Vivimos en una sociedad en la que la imagen cuenta, y quizás te cuesta más defender el proyecto delante de ciertas personas y convencerlas. Pero cuando se tiene seguridad de que algo funciona y tiene valor, sea social o cultural, al final se acaba convenciendo a quien se tenga que convencer.
-¿Cómo ha sido la evolución del festival?
-Al principio eran simplemente conciertos para piano pero este instrumento tiene muchas posibilidades porque puede ser solista, acompañante, en orquesta… Y eso da variedad. A partir de ahí empecé a conjugar programaciones. El festival es temático y hay pocos así porque es muy difícil programar: tienes que dar una unidad a todos los conciertos, una filosofía, y eso a veces te limita, aunque te ayuda a desarrollar la creatividad. Así empezaron a surgir temáticas muy atractivas. El segundo año saltamos a Córdoba, al Palacio de Viana; y al tercero empezó a engrandecerse. Me sentí con mayor energía y trajimos a la orquesta de Milán. Ahí el público comenzó a darse cuenta de que era interesante. El cuarto año mezclamos danza, llevamos el piano a la estación de trenes… Y a partir de ahí fue in crescendo hasta el día de hoy.
-¿De dónde surge su pasión por el piano?
-De forma muy natural. De pequeña era muy activa y un profesor llamó a mi madre para aconsejarle que me apuntara en clases de música porque había visto en mí habilidades. Sin mi madre este proyecto no estaría aquí porque ella luchó y apostó porque siguiera con una carrera musical. Cuando llegué a las clases yo quería el violín porque es quizás más gitano, pero sólo había piano, clarinete y guitarra. Entonces elegí el piano y fue amor a primera vista; empecé con ocho años y desde entonces no me he separado de él. Ese instrumento era algo innato en mí.
-¿Cómo ha sido su formación?
-Empecé en el Conservatorio de Montoro y luego di el salto a Córdoba, donde terminé el Superior a la vez que hacía Magisterio de Educación Musical. El último año mi profesora, Larisa Tedtoeva, me dijo que tenía que salir fuera y seguir escalando, ver mundo y nutrirme de otras corrientes. Es muy fácil decirlo pero entonces pensé: "bueno ¿dónde voy?" Me fui a Suiza, toqué delante de un profesor, le gusté y empecé a estudiar allí. Estuve un año en Berna pero no era una ciudad para andaluces; tenía muchas cosas positivas pero me sentí encorsetada, no estaba libre. Entonces di el salto para Italia y pasé por Roma, Bolonia y Milán para entrar en un conservatorio, que allí es casi como hacer unas oposiciones porque primero hay que pasar un examen de idioma y, si lo superas, te hacen el de instrumento. El verano anterior estuve en una academia en Florencia, hablaba con todos los italianos que veía por la calle y así aprendí el italiano. Pasé la prueba y así llegué hasta Milán, donde he hecho también dos doctorados en la especialidad de Piano y Música de Cámara.
-¿Cómo es ahora su vida en Milán? ¿Cómo se vive allí la música?
-Hay muchos teatros, se respira mucha música. Tan sólo la sala del conservatorio tiene un aforo de 1.000 personas y todos los días hay muchos conciertos. Hay mucha comunidad musical y para mí ha sido muy importante la experiencia musical de la ciudad en sí, más allá del aprendizaje técnico. Por los músicos amigos que me hice, por la convivencia en esa sala del conservatorio, por tener la oportunidad de hablar con grandes músicos… Eso fue una experiencia que me entusiasmó y una nutrición que me llevó a descubrir otra parte de la música que no sólo se enseña en el conservatorio. En estas ciudades grandes vives experiencias que no imaginas, al estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado te pasan cosas muy interesantes. En Milán doy clases de forma privada para tener tiempo de poder desarrollarme como pianista. Cuando estaba allí, sacaron aquí oposiciones para dar clases de piano, vine y las pasé. Estuve ejerciendo pero me planteé que o sólo enseñaba o hacía música. Tenía que decidir, arriesgué y me volví para Milán con la idea de hacer música, de poder vivir de la música, que era algo muy complejo. Yo sabía a lo que me arriesgaba y fíjate en la locura en la que me metí. Aposté por crear música pero sin dejar la enseñanza porque para mí es muy importante. Y además he creado este festival, al que hay que dar una dedicación completa.
-Después de su experiencia, ¿cree que es necesario salir fuera de España para lanzar una carrera musical?
-Es importante. Depende también de la experiencia de cada persona, de sus circunstancias. Yo creo que es fundamental, no puedes cerrar el círculo solo al radio de tu provincia o tu país porque hay muchas más culturas de las que la música clásica se puede nutrir. El intérprete tiene la misión de transmitir todo ese bagaje que el compositor tuvo cuando creó. Es necesario que vean esos sitios y conozcan esas culturas y, sobre todo, porque cuanto más sales tienes una mayor apertura mental.
-¿Viene mucho por Córdoba?
-Con el festival sí. En parte lo hice porque cuando alguien sale fuera y entra en una dinámica, se acomoda. Surgió ese mismo año en el que decidí volver para Italia después de dejar aquí la enseñanza porque pensé en hacer un recipiente creativo que me tirase para mi tierra. Gracias al festival vengo por muchas reuniones y ahora también me están llamando más aquí para actuar, porque me conocen más fuera que en Córdoba; increíble. Quizás sí saben mi faceta de directora del festival, pero no la de intérprete, y también gusta tocar acogida por tu gente.
-¿Cómo ve el panorama en Córdoba respecto a la música clásica?
-Hay un poco de todo. Tenemos el Festival Rafael Orozco y la Orquesta de Córdoba, hay festivales de música contemporánea… Seguramente hay más actividades que desconozco por no estar aquí. Viviendo en una ciudad tan activa como Milán, creo que a Córdoba le falta un buen empuje, necesita mucha más actividad, renovarse. Uno de los objetivos del festival es ese; que en Córdoba se conozca la música clásica como una música de hoy en día, no del pasado. Por eso se hacen muchos eventos con el objetivo de redimensionarla, sobre todo para jóvenes y niños. Yo estoy muy contenta porque el público del festival es muy joven. Córdoba necesita renovarse, innovar y apostar más por la cultura musical clásica. Ya no sólo en los festivales, sino a través de los entes políticos, que al fin y al cabo son los que apoyan estas iniciativas.
-¿Cómo atraer al público a esta música?
-El festival está pensado precisamente para eso, por eso hay eventos educativos, por ejemplo este año hacemos la International Music Masterclasses en colaboración con la Academia Orpheus de Viena. Hemos hecho un hermanamiento en el que se ofrecen dos becas para el mejor alumno seleccionado de violín y piano. Todo cordobés que esté aprendiendo uno de esos instrumentos no sólo tiene la oportunidad de recibir clases de artistas de primer nivel en el festival, sino que además de ello tiene la posibilidad de ir a estudiar el año próximo a Viena. Es decir, es una plataforma que estimula. También incentivamos al público de a pie con Piano Córdoba, que consiste en hacer conciertos en enclaves insólitos de la ciudad como casas particulares, hoteles, la Sinagoga, plazas... Con esto el ciudadano ve que la música forma parte de su vida, no está tan distante como piensa. Hay que ponerlo fácil para que el público se enganche y luego se involucre en otro tipo de conciertos. Otros años también hemos tenido el aperitivo-concierto en el Mercado Victoria para poner canciones icono de la música clásica que seguro han escuchado versionadas en estilos como house o rock, y darles una visión diferente en un sitio de moda. De hecho, mucha gente ha llegado después a otros conciertos al escuchar esto.
-¿Qué opinión tiene de la formación pianística que se da en Córdoba?
-Creo que el sistema educativo del conservatorio en sí en España está bastante limitado y necesita innovación. Y Córdoba es pequeña y el sector clásico reducido. Desde mi experiencia, cuando estaba en el conservatorio no había mucha actividad. Se necesitan más conciertos, más vida musical, y no hace falta hacer tanto conservatorio, no conservar, sino salir. La música tiene que ser más colectiva, que haya más comunidad. El nivel también depende de toda esa implicación, de esa cultura, de nutrirse. Uno de los aspectos que distinguen a los conservatorios es que tengan concertistas muy buenos. Yo no creo que sea por el conservatorio de Córdoba o por el de Madrid, sino que es el sistema educativo el que no ofrece la posibilidad al profesor de tocar. Hay muchas horas de clase y es muy complicado combinar la enseñanza con tocar. En Italia, por ejemplo, las clases son dos días a la semana, el resto es para que el profesor toque lo habido y no habido porque cuanto más tocas, mas experiencia tienes a la hora de enseñar. Eso lo noto mucho con mis alumnos; cuando yo crezco tocando, mis alumnos crecen más rápido. En lo práctico es donde realmente ves el bagaje.
-¿Hay suficientes espacios en Córdoba para interpretar música clásica?
-Si no hay más actividades sería inútil crear más espacios. Todo va en relación, es decir, necesitamos más espacios pero que se apoye más la cultura. De todas formas, tenemos buenos auditorios, por ejemplo el del Conservatorio Músico Ziryab es muy bueno para música clásica y también hay espacios históricos con muy buena acústica.
-¿Qué diferencias ve en la forma de entender el piano en España y en Italia y el resto de Europa?
-Son muy diferentes. Italia tiene una escuela con una tradición musical clásica muy fuerte; tiene un bagaje muy importante y es difícil luchar contra eso. Lo notas en el público. Aunque no lo parezca, eso está innato en ellos y uno que llega de fuera lo ve aunque ellos mismos no se dan cuenta. En el piano pasa lo mismo. Es verdad que no es la escuela pianística por antonomasia pero sí es muy buena, tiene muy buena tradición. En España hay mucho arte y duende, pero no sólo para el flamenco. En concreto, en Córdoba hay muchos pianistas que son excelentes y quizás si saliesen fuera tendrían mayor proyección. Nos falta quizás el tesón o la dedicación porque el instrumento -en general todos- es muy sacrificado, requiere muchas horas de encierro. No es fácil, y eso se traduce a lo mejor en que no haya tantos estudiantes o muchos que empiezan se van quedando en el camino. Llegar al final es difícil.
-¿Con qué dificultades se encuentran los jóvenes músicos?
-Con que no tienen espacios para tocar. Sales del conservatorio ¿y que haces? Vas a ser profesor, a enseñar. Hay algunos que sobresalen pero les cuesta mucho tocar, abrirse. Lo principal es que haya estructuras, que el que sale de estudiar tenga la posibilidad de tocar, experimentar, equivocarse, triunfar y que todo eso lo aplique a su profesión.
La intérprete ha creado una de las citas musicales más interesantes del panorama cordobés, el Festival Internacional de Piano Guadalquivir, que este año sale de Córdoba para llegar a Milán
María Dolores Gaitán, en uno de los patios del Palacio de Viana.
María Dolores Gaitán, en uno de los patios del Palacio de Viana. / JOSÉ MARTÍNEZ
ÁNGELA ALBA24 Septiembre, 2017 - 02:34h
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María Dolores Gaitán (Villa del Río, 1983) ha sacado adelante uno de los festivales más interesantes de la ciudad. Hace ocho años que empezó la aventura de dar forma a una cita que llevara la música clásica por diversos rincones de Córdoba y Villa del Río bajo el nombre del río grande de Andalucía. Su intención era la promoción de este tipo de música y hacer comprender al público que no se trata de algo elitista. Además, en esta edición -que se inauguró ayer con un concierto en Villa del Río- el Festival Internacional de Piano Guadalquivir ha traspasado fronteras llegando a Milán, ciudad en la que Gaitán vive desde hace diez años y donde acabó su formación.
-¿Cómo surgió el festival?
SIN MI MADRE ESTE PROYECTO NO ESTARÍA AQUÍ PORQUE ELLA LUCHÓ PORQUE SIGUIERA CON UNA CARRERA MUSICAL"
-Empezó todo en mi pueblo, Villa del Río. Cuando ya estaba estudiando en Milán fui a dar un concierto y se llenó de gente; así me di cuenta de que había sed de cultura. Algunos vecinos me dijeron que por qué no hacía algo y entonces surgió el festival, que se convirtió en este entramado tan importante. Empezó en Villa del Río, luego en Córdoba y este año ha llegado a Milán. Surgió desde mis raíces y quería, a través del piano, traer todo el bagaje que estaba viviendo en otros países de Europa.
-Era muy joven entonces. ¿Cómo logró que la tomaran en serio?
-No ha sido fácil. Al principio presenté el proyecto como un festival de piano en Villa del Río y Montoro y lo aceptaron como algo novedoso, vieron que podía tener acogida. El primer año fue una edición humilde pero soy muy perseverante en las propuestas y empecé a ver un recipiente donde podía dar rienda suelta a todo lo que tenía en la cabeza. Eso hizo presentarlo aquí en Córdoba, donde tuvo mucha aceptación. Siguió creciendo y hasta el día de hoy.
-Y además de joven, mujer. ¿Le han puesto trabas por ello?
-No sé si llamarlo trabas pero sí que la apariencia importa al presentarse. Vivimos en una sociedad en la que la imagen cuenta, y quizás te cuesta más defender el proyecto delante de ciertas personas y convencerlas. Pero cuando se tiene seguridad de que algo funciona y tiene valor, sea social o cultural, al final se acaba convenciendo a quien se tenga que convencer.
-¿Cómo ha sido la evolución del festival?
-Al principio eran simplemente conciertos para piano pero este instrumento tiene muchas posibilidades porque puede ser solista, acompañante, en orquesta… Y eso da variedad. A partir de ahí empecé a conjugar programaciones. El festival es temático y hay pocos así porque es muy difícil programar: tienes que dar una unidad a todos los conciertos, una filosofía, y eso a veces te limita, aunque te ayuda a desarrollar la creatividad. Así empezaron a surgir temáticas muy atractivas. El segundo año saltamos a Córdoba, al Palacio de Viana; y al tercero empezó a engrandecerse. Me sentí con mayor energía y trajimos a la orquesta de Milán. Ahí el público comenzó a darse cuenta de que era interesante. El cuarto año mezclamos danza, llevamos el piano a la estación de trenes… Y a partir de ahí fue in crescendo hasta el día de hoy.
-¿De dónde surge su pasión por el piano?
-De forma muy natural. De pequeña era muy activa y un profesor llamó a mi madre para aconsejarle que me apuntara en clases de música porque había visto en mí habilidades. Sin mi madre este proyecto no estaría aquí porque ella luchó y apostó porque siguiera con una carrera musical. Cuando llegué a las clases yo quería el violín porque es quizás más gitano, pero sólo había piano, clarinete y guitarra. Entonces elegí el piano y fue amor a primera vista; empecé con ocho años y desde entonces no me he separado de él. Ese instrumento era algo innato en mí.
-¿Cómo ha sido su formación?
-Empecé en el Conservatorio de Montoro y luego di el salto a Córdoba, donde terminé el Superior a la vez que hacía Magisterio de Educación Musical. El último año mi profesora, Larisa Tedtoeva, me dijo que tenía que salir fuera y seguir escalando, ver mundo y nutrirme de otras corrientes. Es muy fácil decirlo pero entonces pensé: "bueno ¿dónde voy?" Me fui a Suiza, toqué delante de un profesor, le gusté y empecé a estudiar allí. Estuve un año en Berna pero no era una ciudad para andaluces; tenía muchas cosas positivas pero me sentí encorsetada, no estaba libre. Entonces di el salto para Italia y pasé por Roma, Bolonia y Milán para entrar en un conservatorio, que allí es casi como hacer unas oposiciones porque primero hay que pasar un examen de idioma y, si lo superas, te hacen el de instrumento. El verano anterior estuve en una academia en Florencia, hablaba con todos los italianos que veía por la calle y así aprendí el italiano. Pasé la prueba y así llegué hasta Milán, donde he hecho también dos doctorados en la especialidad de Piano y Música de Cámara.
-¿Cómo es ahora su vida en Milán? ¿Cómo se vive allí la música?
-Hay muchos teatros, se respira mucha música. Tan sólo la sala del conservatorio tiene un aforo de 1.000 personas y todos los días hay muchos conciertos. Hay mucha comunidad musical y para mí ha sido muy importante la experiencia musical de la ciudad en sí, más allá del aprendizaje técnico. Por los músicos amigos que me hice, por la convivencia en esa sala del conservatorio, por tener la oportunidad de hablar con grandes músicos… Eso fue una experiencia que me entusiasmó y una nutrición que me llevó a descubrir otra parte de la música que no sólo se enseña en el conservatorio. En estas ciudades grandes vives experiencias que no imaginas, al estar en el sitio adecuado y en el momento adecuado te pasan cosas muy interesantes. En Milán doy clases de forma privada para tener tiempo de poder desarrollarme como pianista. Cuando estaba allí, sacaron aquí oposiciones para dar clases de piano, vine y las pasé. Estuve ejerciendo pero me planteé que o sólo enseñaba o hacía música. Tenía que decidir, arriesgué y me volví para Milán con la idea de hacer música, de poder vivir de la música, que era algo muy complejo. Yo sabía a lo que me arriesgaba y fíjate en la locura en la que me metí. Aposté por crear música pero sin dejar la enseñanza porque para mí es muy importante. Y además he creado este festival, al que hay que dar una dedicación completa.
-Después de su experiencia, ¿cree que es necesario salir fuera de España para lanzar una carrera musical?
-Es importante. Depende también de la experiencia de cada persona, de sus circunstancias. Yo creo que es fundamental, no puedes cerrar el círculo solo al radio de tu provincia o tu país porque hay muchas más culturas de las que la música clásica se puede nutrir. El intérprete tiene la misión de transmitir todo ese bagaje que el compositor tuvo cuando creó. Es necesario que vean esos sitios y conozcan esas culturas y, sobre todo, porque cuanto más sales tienes una mayor apertura mental.
-¿Viene mucho por Córdoba?
-Con el festival sí. En parte lo hice porque cuando alguien sale fuera y entra en una dinámica, se acomoda. Surgió ese mismo año en el que decidí volver para Italia después de dejar aquí la enseñanza porque pensé en hacer un recipiente creativo que me tirase para mi tierra. Gracias al festival vengo por muchas reuniones y ahora también me están llamando más aquí para actuar, porque me conocen más fuera que en Córdoba; increíble. Quizás sí saben mi faceta de directora del festival, pero no la de intérprete, y también gusta tocar acogida por tu gente.
-¿Cómo ve el panorama en Córdoba respecto a la música clásica?
-Hay un poco de todo. Tenemos el Festival Rafael Orozco y la Orquesta de Córdoba, hay festivales de música contemporánea… Seguramente hay más actividades que desconozco por no estar aquí. Viviendo en una ciudad tan activa como Milán, creo que a Córdoba le falta un buen empuje, necesita mucha más actividad, renovarse. Uno de los objetivos del festival es ese; que en Córdoba se conozca la música clásica como una música de hoy en día, no del pasado. Por eso se hacen muchos eventos con el objetivo de redimensionarla, sobre todo para jóvenes y niños. Yo estoy muy contenta porque el público del festival es muy joven. Córdoba necesita renovarse, innovar y apostar más por la cultura musical clásica. Ya no sólo en los festivales, sino a través de los entes políticos, que al fin y al cabo son los que apoyan estas iniciativas.
-¿Cómo atraer al público a esta música?
-El festival está pensado precisamente para eso, por eso hay eventos educativos, por ejemplo este año hacemos la International Music Masterclasses en colaboración con la Academia Orpheus de Viena. Hemos hecho un hermanamiento en el que se ofrecen dos becas para el mejor alumno seleccionado de violín y piano. Todo cordobés que esté aprendiendo uno de esos instrumentos no sólo tiene la oportunidad de recibir clases de artistas de primer nivel en el festival, sino que además de ello tiene la posibilidad de ir a estudiar el año próximo a Viena. Es decir, es una plataforma que estimula. También incentivamos al público de a pie con Piano Córdoba, que consiste en hacer conciertos en enclaves insólitos de la ciudad como casas particulares, hoteles, la Sinagoga, plazas... Con esto el ciudadano ve que la música forma parte de su vida, no está tan distante como piensa. Hay que ponerlo fácil para que el público se enganche y luego se involucre en otro tipo de conciertos. Otros años también hemos tenido el aperitivo-concierto en el Mercado Victoria para poner canciones icono de la música clásica que seguro han escuchado versionadas en estilos como house o rock, y darles una visión diferente en un sitio de moda. De hecho, mucha gente ha llegado después a otros conciertos al escuchar esto.
-¿Qué opinión tiene de la formación pianística que se da en Córdoba?
-Creo que el sistema educativo del conservatorio en sí en España está bastante limitado y necesita innovación. Y Córdoba es pequeña y el sector clásico reducido. Desde mi experiencia, cuando estaba en el conservatorio no había mucha actividad. Se necesitan más conciertos, más vida musical, y no hace falta hacer tanto conservatorio, no conservar, sino salir. La música tiene que ser más colectiva, que haya más comunidad. El nivel también depende de toda esa implicación, de esa cultura, de nutrirse. Uno de los aspectos que distinguen a los conservatorios es que tengan concertistas muy buenos. Yo no creo que sea por el conservatorio de Córdoba o por el de Madrid, sino que es el sistema educativo el que no ofrece la posibilidad al profesor de tocar. Hay muchas horas de clase y es muy complicado combinar la enseñanza con tocar. En Italia, por ejemplo, las clases son dos días a la semana, el resto es para que el profesor toque lo habido y no habido porque cuanto más tocas, mas experiencia tienes a la hora de enseñar. Eso lo noto mucho con mis alumnos; cuando yo crezco tocando, mis alumnos crecen más rápido. En lo práctico es donde realmente ves el bagaje.
-¿Hay suficientes espacios en Córdoba para interpretar música clásica?
-Si no hay más actividades sería inútil crear más espacios. Todo va en relación, es decir, necesitamos más espacios pero que se apoye más la cultura. De todas formas, tenemos buenos auditorios, por ejemplo el del Conservatorio Músico Ziryab es muy bueno para música clásica y también hay espacios históricos con muy buena acústica.
-¿Qué diferencias ve en la forma de entender el piano en España y en Italia y el resto de Europa?
-Son muy diferentes. Italia tiene una escuela con una tradición musical clásica muy fuerte; tiene un bagaje muy importante y es difícil luchar contra eso. Lo notas en el público. Aunque no lo parezca, eso está innato en ellos y uno que llega de fuera lo ve aunque ellos mismos no se dan cuenta. En el piano pasa lo mismo. Es verdad que no es la escuela pianística por antonomasia pero sí es muy buena, tiene muy buena tradición. En España hay mucho arte y duende, pero no sólo para el flamenco. En concreto, en Córdoba hay muchos pianistas que son excelentes y quizás si saliesen fuera tendrían mayor proyección. Nos falta quizás el tesón o la dedicación porque el instrumento -en general todos- es muy sacrificado, requiere muchas horas de encierro. No es fácil, y eso se traduce a lo mejor en que no haya tantos estudiantes o muchos que empiezan se van quedando en el camino. Llegar al final es difícil.
-¿Con qué dificultades se encuentran los jóvenes músicos?
-Con que no tienen espacios para tocar. Sales del conservatorio ¿y que haces? Vas a ser profesor, a enseñar. Hay algunos que sobresalen pero les cuesta mucho tocar, abrirse. Lo principal es que haya estructuras, que el que sale de estudiar tenga la posibilidad de tocar, experimentar, equivocarse, triunfar y que todo eso lo aplique a su profesión.