J. M. C./A. O. S.
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CÓRDOBA/BUJALANCE.
Tan sólo las orujeras de Bujalance (Porras y Barrios) y Villa del Río (Aceites Monterreal) permanecen aún ubicadas en sus respectivos cascos urbanos, mientras que las otras cuatro extractoras cordobesas (Sedebisa de Puente Genil; Oleícola El Tejar, en Benamejí y Palenciana; la Cooperativa Comarcal Agrícola de Cabra y Bioenergía Santamaría de Lucena) o bien siempre han estado fuera y bien alejados o han rematado, antes o después, su traslado.Y es que los acontecimientos ocurridos en Monterreal, con dos trabajadores heridos con quemaduras por la deflagración de una caldera han reavivado el debate de si son o no «bombas de relojería» para los núcleos urbanos donde están ubicadas.Se da la circunstancia de que las industrias orujeras «son las empresas andaluzas que más y mejor cumplen en materia de prevención de riesgos laborales, y me consta que la de Villa del Río, en particular», explicó el presidente de la Asociación Nacional de Extractoras de Orujo (ANEO), Fernando Muñoz, si bien no pudo aclarar la razón por la que esta firma ha sufrido dos accidentes muy parecidos en menos de un año.«No somos un tipo de producción especialmente peligrosa, pero es verdad que hay un riesgo inherente en estas 60 empresas españolas, también porque trabajamos todos los días del año y damos empleo directo a 10.000 personas, y todos trabajamos mucho por intentar corregir esto», abundó.En este sentido, recordó que mientras que una orujera tiene un tanque pequeño de disolvente, las gasolineras suelen contar con hasta seis y de mediano tamaño, muchas de las cuales están en núcleos urbanos y no se las mira con tanto temor.Proceso de extracciónEl proceso para sacar aceite de orujo implica sacar el agua de la aceituna molturada en los secaderos, llamada orujo, y que tiene más de un 60 por ciento de humedad. Para ello se quema biomasa, madera y el propio hueso de la aceituna y es lo que produce el mal afamado humo blanco que sale de estas fábricas. «En realidad, es vapor de agua y gases de la combustión, que no contaminan, y, de hecho, las extractoras realizamos una de las labores más importantes en materia de desimpactación ambiental», explicó Muñoz.Una vez seco, se procede a lavar el producto restante con un baño de disolvente, generalmente hexano, que es lo que se sospecha que provocó la llama en Monterreal. Finalmente, el aceite se lleva a refinar antes de su comercialización bien para freir o para uso de conservas.En cualquier caso, las orujeras o bien ya han rematado su proceso de traslado al exterior, bien alejado de los cascos urbanitas o están en pleno proceso. Es más, tal y como comentó a ANEO Antonio Rodríguez, uno de los responsables de Monterreal, cuando ocurrió el último siniestro «era ya su último día de trabajo allí». Casualidades aparte, la empresa ya había trasladado hasta el terreno nuevo de La Veguilla sus equipos nuevos, así como la fase de secado, por lo que iba a empezar la producción allí en breve.El problema, en opinión de Fernando Muñoz, es que las famosas ayudas prometidas por la Administración hace ya bastantes años, destinadas al traslado y la mejora de las extractoras, «se dieron a otros grupos empresariales más potentes y nos dejaron a dos velas».